Recuerdo unas declaraciones garzonianas sobre cuánto hay que lamenta las trabas que unos y otros ponen a la realización de lo que nuestro juez entiende por Justicia universal, una Justicia sin subterfugios, sin trampas procesales, sincera. Me pregunté si el Juez no caería en la cuenta de que los límites son, en todas partes, la esencia de la razón, de lo justo, por tanto. Estaba cavilando sobre lo que nuestro honestísimo y audaz magistrado podía tener en la cabeza al hacer lamentos semejantes, y, como de repente, una noticia menor, casi insulsa, me lo aclaró todo: un desconocido abogado de unos de los implicados en la minuciosa trama del caso Gürtel, se quejaba de que hubiesen grabado las conversaciones mantenidas con su cliente, precisamente mientras el juez más famoso del universo, nuestro Garzón se ocupaba amorosa y profusamente del caso.
Vi con claridad que el magistrado de las X no quiere otros límites que los que él se imponga; el Juez quiere ser juez de por sí, ante sí, cabe sí y porque sí. Supongo que le parecerá evidente que hay límites que figuran en la ley, pero como Garzón ha estado, en pleno ejercicio de sus derechos, pasando unas temporadas de intenso estudio en una de las mejores universidades de Nueva York, se ha empapado de la idea anglosajona de que los magistrados interpretan la ley, de modo que ya está él ahí para decidir lo que hay que limitar y lo que debe ser ilimitado. Como españoles envidiosos y mal pensados, muchos habrán establecido una extraña relación entre los dineros del Santander, la universidad que acogió, llena de orgullo, a Garzón, y un caso pendiente del Banco mecenas. Hay quienes no ven más allá de sus narices, siempre sospechando, como si Garzón fuese un hombre vulgar, sin reparar que pertenece, a no dudarlo, a una especie heroica, muy por encima del bien y del mal.
¿Cómo puede pretender un abogado cualquiera que el Juez más justiciero y sabio de España tenga las manos atadas por precauciones absolutamente castradoras de la justicia ilimitada? ¿Hasta dónde pretende llegar un sujeto a sueldo de gentes indignas para librar a sus clientes de las garras de la imparcial y sabia Justicia garzonil?
Reflexionemos. Somos muy injustos con Garzón, no sabemos ver lo que hace por nosotros y por nuestras instituciones, por los Gobiernos de izquierda, por los Bancos, por los magnates de la prensa, y, además de desagradecidos, somos cicateros al pretender que no pueda espiar ni hacer que no figure lo que no convenga a su nobilísima causa. Así no hay manera de hacer la Justicia sin límites y sin tapujos que le gusta a Garzón, conviene que se sepa.