Que España es, y debe ser, algo importante para los españoles es tan obvio que, en general, nadie lo subraya. Ahora, se está convirtiendo casi en lo único importante, porque llevamos un largo período de tiempo, para muchos toda la vida, soportando la matraca de los independentistas/nacionalistas/separatistas/como se llamen, cuya diversidad de denominaciones ya indica la confusión en y con la que juegan. Esta penosa y pesada circunstancia nos obliga a subrayar que, a muchos efectos políticos, España debe ser lo único importante, cosa que debieran de tomar en serio, muy especialmente, los votantes de izquierdas, con cuya supuesta falta de patriotismo tanto se comercia a favor de nuestros enemigos.
1. Que el nacionalismo/independentismo/separatismo catalán es un negocio me parece evidente, pero es un negocio político, no meramente económico, aunque sea obvio que una amplísima parte de nuestros políticos no entienden otro lenguaje que el de sus intereses. He escrito que es un juego win-win, aunque sea win-win solo para ellos, para nosotros es un pierde-pierde, sin duda, y eso nos obliga a combatirlo por tierra, mar y aire. Nuestra victoria no es su derrota, lo que muchos desearíamos su desaparición, sino su reducción, su confinamiento, lo que les llevaría, en un plazo no muy largo, a la renuncia y a la desesperación. Resistir es ganar, sin más. El peor error en que podemos incurrir es el de dar por descontado su éxito. Habría que decir que no triunfarán jamás, incluso si no lo creyéramos, que no es mi caso. Su triunfo, en el fondo, no se lo creen ni ellos, pero sí saben aprovechar muy bien nuestra confusión, en éste y en otros asuntos, entre democracia y debilidad.
2. Es verdad que la contraposición entre nacionalismo y patriotismo (sobre cuyo asunto escribí un libro hace años) se puede reducir a que el nacionalismo-malo es el de ellos, y el patriotismo-bueno es el nuestro, pero eso es solo la mitad de la cuestión. No hay que reducirlo a eso. El patriotismo es moderado, emulador y no excluyente, tanto si es catalán como si es español; el nacionalismo es inmoderado, envidioso y excluyente y, para nuestra suerte, apenas existe en España y respecto a lo español. Pero, además de eso, si así fuere, ¿cuáles son las misteriosas razones para que se pueda estar orgulloso de ser catalán y sea un baldón sentirse orgulloso de ser español? Es la cosa más tonta y cateta que se pueda imaginar, es como ser forofo del Alcorcón, que ya está en segunda, pudiendo serlo del Real Madrid, y no exagero, pero ese infausto éxito lo han tenido los nacionalistas en Cataluña a base de considerar, muy posmodernamente, que no existe la realidad, que todo es un relato y que el relato lo hace quien manda. No es más que eso. Por eso hay que emplear el poder para contrarrestar ese abuso, y hay que echar a la calle a cualquier político español que se muestre equívoco o blando en esta cuestión, sin confundir el fondo con la necesaria habilidad para operar en vivo y en zonas sensibles, pero hay que hacerles ver a todos, y desde luego a los que no se apellidan Pujol&cia, que España significa libertad, y libertad significa, además, bienestar y progreso.
3. El independentismo es perfectamente respetable en una democracia; lo que no es respetable es la ley del embudo, o el saltarse la ley a la torera, y hay que aprender a meter a Capone en la cárcel por la cosa de los impuestos y a que el FBI se líe a leches con la policía local siempre que toque, por poner dos ejemplos de cine. Delinquir tiene que salir caro y ha sido intolerable la blandura con la que se han despachado los delitos de la kale borroca catalana. En eso habría que girar 180 grados y cuanto antes, sin escudarse en la crisis económica ni en otras zarandajas.
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