Es evidente que medio siglo de socialdemocracia, por llamarlo de algún modo, ha alterado mucho lo que se podría considerar el sentido común. Que se considere lógico gastar más de lo que se tiene solo es comprensible si no se piensa dos veces en el asunto, o bien, que creo es lo más común, si se llega a tener tan escasa noción de lo que es el dinero y la economía que se crea que todo puede arreglarse dándole a la máquina de los billetes.
Ahora muy amplios sectores de la izquierda quieren que se le consulte a los españoles si la Constitución debe prohibir o no el déficit público, y se entiende que haya gentes que consideren que esto supone robarles la cartera, con lo acostumbrados que están de ser ellos quienes se la levantan a los demás con aires de hacerles un favor, la paz social y todo eso.
Todo el marco es delirante. Unos individuos que ponen a parir a los mercados, esos perversos, no caen en la cuenta de que la única manera de que los mercados no te aprieten es tener una deuda muy reducida, idealmente inexistente, y que nadie dude de que se vaya a pagar. Los sindicatos y otros indignados ven que se le puede acabar parte importante de su cuento, todo es literalmente imposible, y están dispuestos a movilizarse, bueno, a decir que lo hacen, pero no llegará la sangre al río, porque tienen mucho que perder, y se limitarán a dar los gritos de rigor para que se desdibuje todo lo posible el complejo mapa de sus intereses.
Steve Jobs, un hombre de letras
Steve Jobs, un hombre de letras