Es casi una vulgaridad insistir en la pésima acogida que ha tenido el plan del Gobierno, especialmente entre sus más próximos. Es una evidencia que Rajoy no sabe dar con la tecla y que, en una democracia de verdad, el grupo parlamentario y/o el partido le estarían presionando para que cambiase de gobierno y de política. Pero esto no es Inglaterra, no señor.
Lo bueno es que el PSOE parece decidido a legislar obligando a los partidos a ser más abiertos, a respetar un cierto nivel de democracia interna: rectificar es de sabios, y por algo se empieza.