La crisis y los políticos

Son pocas, o tal vez no tan pocas, las ocasiones en las que los escribidores de ocasión, como el que suscribe, sienten con fuerza el deseo de haber escrito algo que acaban de leer. Es lo que me ha ocurrido con este excelente artículo de S. Mc Coy, un señor al que no tengo el gusto de conocer, es decir, no sé ni quién se oculta tras esa firma que parece un seudónimo, pero al que leo siempre que escribe en elconfidencial.com. Su artículo de hoy me parece perfecto de la cruz a la raya y se lo recomiendo vivamente para contribuir a ajustar su objetivo en la foto que están haciendo de la situación. Me atreveré  a añadir únicamente una consideración adicional: el hecho de que los políticos sean tan hábiles al escurrir sus responsabilidades en los desaguisados y que puedan presentarse como los salvadores de algo que se ha estropeado pese a su voluntad, cuando no es, obviamente, el caso, es solo un reflejo de lo que pasa con nosotros mismos. Al fin y al cabo, los políticos nos representan, son como nosotros, se nos parecen cada vez más, y no van a dejar que pase en vano la ocasión de brillar en el bello y salutífero deporte de buscar un chivo expiatorio (el mejor amigo del hombre, como dice Carlos Rodríguez Braun),  para quedar limpios de polvo y paja y presentarse a la siguiente elección con un expediente brillante, impoluto. Y nosotros les premiaremos por haber sido tan hábiles como para arruinarnos y pasar factura con nuevos impuestos. Por eso, lo que decía Mark Twain de los banqueros, el tipo que te deja un paraguas cuando hace sol y te lo retira cuando amenaza lluvia, vale también para los políticos que, al sabernos más pobres, van a subirnos los impuestos para ayudarnos a salir de la crisis. ¿Cómo podríamos vivir sin unos tipos tan creativos, como Sarkozy o Zapatero, capaces de defender hoy lo que negarán solemnemente mañana? Menos mal que se ocupan de nosotros.