Durante un tiempo pudo parecer que el PSOE de Zapatero era mucho menos proclive a la corrupción que el de González, pero ahora sabemos que tal análisis es engañoso, y que la aparente inactividad de los primeros años ocultaba una intensa dedicación al I+D de la corrupción para poder ir mucho más allá que con el procedimiento que se podría llamar tipo Interior, simplemente, meter la mano en la caja, del cual Roldán fue, acaso, el practicante más excelso. Los ERE perpetrados en Andalucía dan muestra de una cultura de la corrupción mucho más sofisticada, del surgimiento de una auténtica ingeniería del trinque. No se le puede negar creatividad, imaginación y audacia a un fraude tan extendido y tan capilarizado como el de los ERE de los socialistas andaluces. La noticia que hoy publicamos muestra a las claras que, ya puestos, tampoco desecharon procedimientos más tradicionales como los de pagar suculentas comisiones por gestiones y trabajos rigurosamente inexistentes, y también da fe de cómo un exceso de confianza puede acabar con los mejores planes, porque se necesita bemoles para dar por escrito una orden tan inaudita como la que firmó Francisco Javier Guerrero Benítez indicando a la compañía de seguros depositaria de los fondos, que mostró su asombro exigiendo orden por escrito, el pago de “lo que les indique el citado mediador”.
Lo que esta conducta pone de manifiesto es que un fraude como el de los ERE ha debido ser conocido por miles de personas que no se sintieron en la obligación de denunciar el fraude y, muy probablemente, dedicaron sus energías a asegurarse lo suyo. Es literalmente asombroso que los responsables políticos de toda esta vergonzosa cadena delictiva pretendan ahora que son ellos los que se están dedicando a descubrir la trama creada por unos supuestos e innominados desaprensivos que, a nada que nos descuidemos, habrán muerto para cuando la Justicia estime que es el momento de actuar. Se trata de un cinismo de la misma especie que el que llevó a un consejero de la Junta a afirmar recientemente que esa clase de irregularidades sólo había afectado, según él, al 2,77% de los casos. Ya es asombroso que los presentes en la sala en la que emitió esa cínica explicación no le hayan afeado su cara dura, o no le hayan arrojado algún objeto contundente: ¿se imaginan a un general del aire, por ejemplo, explicando que le han robado aviones, pero que solo han desaparecido, de momento, el 2,77% de los aparatos?
Todo indica que estamos asistiendo a una cínica y obscena operación de imagen para convertir a la Junta en una supuesta víctima de esas vergonzosas actuaciones, enteramente inimaginables en un país medianamente decente. Lo peor de todo esto, es que buena parte de socialistas andaluces toma a sus electores por idiotas incurables, salvo que piensen que puede acabar comprándolos a todos; tal vez los vergonzosos ERE que estamos conociendo, y sus numerosas corruptelas anejas, hayan sido solo un ensayo general para ir amarrando la voluntad de cada vez más andaluces, porque son tantos los implicados y los beneficiados que se hace inevitable analizar las cosas por este lado.
El embrollo y el disimulo serán posibles sólo si la Justicia permite que se juegue con ella para hacer opaco un caso que muestra un hiriente evidencia de fraude políticamente dirigido. Poco cabe esperar de los Fiscales, entretenidos en otras cosas por las diligentes instrucciones del Gobierno: ¿Cabe esperar que todavía queden jueces en Andalucía?