De 110 a 140


A mí la prohibición de ir a más de 110 kilómetros por hora me parece una auténtica mamarrachada, una más de las innumerables tonterías que los socialistas, y no sólo ellos, hacen circular con la insana  intención de conseguir que los españoles seamos cada vez un poco más bobos. Yo creo que la campaña no les va mal, porque han conseguido colocar en el magín del personal una serie de simplezas realmente alarmantes y que, el público que les es fiel, un colectivo multimillonario en miembros y miembras, cree y propaga con devoción. No tengo ganas de hacer un listado, pero no me pienso privar de citar, al menos, cinco de ellas:
  1. los socialistas no tienen nunca la culpa de nada; la derecha, el capital, el Opus, los banqueros, el PP, o quien sea tiene la culpa de todo,
  2. el gobierno solo intenta que seamos felices, y no se mete con nadie por promover derechos
  3. la educación, pública por supuesto, es el remedio de todos los males; la gente bien educada es de izquierdas, preferiblemente del PSOE
  4. España es mentira, es una invención de la derecha para fastidiar las buenas relaciones entre la izquierda y los nacionalistas; el terrorismo hunde sus raíces en esa mentira,
  5. la religión es enemiga de la libertad, no como el socialismo, o las ONG que son lo más, siempre con dinero público, por supuesto,
Pues bien, en ese caldo de cabeza tiene su asiento la memez del peligro de la velocidad, en general de la tecnología, quitémonos de una vez la careta, y da igual que la limitación propuesta se argumente porque ahorra que porque no ahorra, porque es peligrosa o aunque no lo sea: lo ha dicho quien puede decirlo, y basta, un poquito de disciplina y menos soberbia, oiga.
Como me parece de imbéciles discutir estas cosas, aunque a veces hay imbéciles que parecen inteligentes, no se olvide lo que recuerda Gracián, que son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen, pues había pensado no dedicarle ni media línea al particular, pero he descubierto que hay una benemérita asociación que se dedica a proponer el cambio del 110 por el 140 y, aunque no esté de acuerdo, porque lo único sensato es que no haya prohibiciones más que en circunstancias de peligro real o de tráfico muy intenso, he pensado que puede molestar a los bienpensantes que el grupo de los del 140 crezca y me he apuntado firmando la protesta que promueven. ¡No nos mires, únete! que decían los rogelios de mi juventud.

Otro McGuffin

No consta que Zapatero sea experto en técnica cinematográfica, de modo que, cabe conjeturar, tal vez no sepa que McGuffin es el nombre que Hitchcock adjudicaba a ciertas tretas de sus magníficos guiones. Un McGuffin es una peripecia intrigante que acontece en la película pero que nada tiene que ver con la trama de fondo; su función es decisiva: despistar al espectador que pasa así por alto lo esencial para verse finalmente sorprendido. Bueno, pues queriéndolo o no, la llamada “sucesión” es un magnífico McGuffin y produce verdadero deleite contemplar el rendimiento que algunos le sacan al truco.

En ocasiones, pasa en las malas películas, el McGuffin deja de serlo y se apodera de la trama principal. La culpa será, entonces, del guionista, del autor de la trama, de Zapatero en este caso, aunque no sepamos si discurre solo o en compañía de otros u otras, como sería obligado decir dado el panorama. Nada hay peor que un McGuffin demasiado sobreexplotado, capaz de arruinar cualquier dramatismo en la narrativa. Puede pasar que algunos crean que la vida política no es otra cosa que una sucesión de McGuffins, pero si el público llegase a esa convicción, su venganza podría ser terrible.