La pobreza del debate español

En España, el debate público, es extremadamente simple y débil, demasiado coyuntural, muy maniqueo y rutinario, enormemente pueblerino, ajeno por completo a lo que ocurre en el exterior, como si eso no nos afectase.

Entre nosotros, la retórica amenaza con verse reducida al famoso “¡Y tú más!”, que es un argumento perfectamente inútil. Muchos periodistas y tertulianos parecen conformarse con el papel de repetidores de consignas, de implacables defensores de la verdad del partido al que se sirve, generalmente mediante retribución.

Es verdad que, en el mundo entero, el pensamiento de cierto nivel parece estar en desbandada, pero aquí la cosa es inusitadamente grave. El debate cultural y político amenaza con verse reducido a una parodia del debate futbolístico, por llamarlo de algún modo, con la desventaja de que, al menos en la política, andamos escasos de tipos como Messi, y lo dice un madridista.

Seguramente la causa resida en que el nivel educativo de una mayoría de españoles es cada vez menor, aunque nominalmente sea el más alto de la historia, pero algo habrá que hacer, porque que la cosa se reduzca a glosar los argumentos de Pajín o de Cospedal, los balbuceos de Rajoy o las baladronadas de ZP es insoportable. Y que el debate cultural se confunda con comentar las ocurrencias de Willy o de Ramoncín debiera producir un llanto inconsolable.