Despacio, deprisa


En una nueva prueba de su inaudita capacidad para proponer recortes, el Gobierno de Zapatero y Rubalcaba, que no es el peor de los que padecemos, acaba de decidir que, a partir del próximo día ocho circulemos con una nueva limitación de velocidad en carretera, a fin, según nos dicen, de contener la factura energética de España. Este Gobierno, que insisto, no es el peor de los existentes, no deja de sorprendernos con su inventiva. Lejos de cualquier adecuación entre medios y fines, el Gobierno se comporta mediante el recurso al “diálogo de besugos” que inmortalizara el TBO de mi infancia, algo así como “usted pregúnteme lo que quiera, que yo le contestaré lo que me dé la gana”. No es que confundan la velocidad con el tocino, como sugiere el dicho popular, es que piensan dar la imagen de que bajando la velocidad están apretando a los ricos, y eso cotiza en su imaginario y en el de sus votantes más fieles, en ese caladero de envidias memas y miopes. No harán nada contra que el cacique de Iberdrola se lo lleve crudo, porque de eso no se entera nadie y, además, seguramente es amigo, pero van a impedir que nadie se chulee con un potente coche, o moto, a más de 120, lo que reconciliará a muchísimos memos con el carácter izquierdista del gabinete.
Me temo que les quedan pocas oportunidades para aplicar la receta, que deben considera poco menos que infalible, dada la frecuencia con que la aplican. La paciencia de los españoles con los recortes de libertad se puso a prueba brillantemente en los cuarenta años de Franco, y éstos están dispuestos a dejar a Franco como una especie de liberal, pero creo que algunas gentes están a punto de despertar y darse cuenta de que en lugar de Gobierno tenemos a unos malos imitadores del Caudillo