En uno de los discursos de su Teatro crítico universal, titulado Voz del pueblo, argumenta Feijóo contra el error, y la malicia, de tomar la opinión de los más como regla de verdad. Se trata de un argumento que sirve tanto en el aspecto teórico como en el moral. A este respecto no se anda Feijóo con chiquitas respecto a sus compatriotas y escribe con rotundidad: “Toda provincia es Iberia para producir venenos”.
He recordado este pasaje a propósito del escándalo que se está organizando en España con las propuestas, si es que lo fueren, del Gobierno para retrasar la edad de jubilación y medidas similares. El macizo de la raza y la cultura barroca de una inmensa mayoría de españoles reacciona con indignación, cuando lo oportuno sería el cálculo. La mayoría se resiste a reconocer el costo de los errores cometidos en su nombre, pero va a dar igual, porque la verdad es la verdad, la diga Agamenon o su porquero, aunque ya sabemos que éste, tantas veces vapuleado, es un poco suspicaz y aparenta ser incrédulo.
La democracia inmadura con la que nos decimos libres, está sometida a censuras absolutamente inadecuadas, a pruebas de limpieza de sangre, a legitimismos de lo más variopinto. Por eso el Gobierno no se atreve a ser consecuente con los desastres que no ha sabido evitar, y la oposición tiene miedo a decir que, cuando rectifica, el gobierno se acerca a lo correcto. El PP tiene pavor a que se le identifique con políticas antisociales, si es que eso significa algo.
Pero sin liderazgo, sin valor, sin poner el destino común por encima de las conveniencias, sin olvidar que pueda ser peor ganar con trampas que perder con argumentos y con convicciones, no se acabará con el predominio de la demagogia populista, un terreno en el que el PSOE siempre irá por delante, aunque sea hacia el abismo.
Mientras el PP no consiga evitar la sensación de que tienen a su victoria personal (Mariano&Cospedal) como el bien supremo, y que, por tanto, sacrificarán a ella lo que pudiere hacer falta, no saldremos de esta, salvo milagro.