Pese a ser el día de la cosa catalana, el Hércules, en plan facha, le ha metido un 0-2 al todopoderoso Barça. Es lo que tiene el fútbol, que es casi tan imprevisible como la política catalana. Fíjense si es imprevisible que hoy he leído en La Vanguardia la carta de un lector que afirma que es un hecho histórico extraordinario que tras más de 300 años de exterminio, son sus palabras, subsista la cultura catalano-valenciano-ísleña.
Volvamos al fútbol, que es un tema serio. Ya se han disipado los ecos del escándalo por la derrota de la selección española frente a Argentina, en un partido amistoso. Me alegro por los argentinos, porque seguro que hay alguno que piensa que los españoles estuvieron casi tres siglos tratando de exterminarlos. Creo que Del Bosque hizo bien en alinear frente a Argentina a gente que tiene menos oportunidades de jugar; la mala suerte y el exceso de relajación, con noche de juerga o sin ella, dieron lugar a un abultado resultado del que podemos olvidarnos sin problema. Los argentinos encantados, y nosotros a ganar los partidos de competición, siempre que el contrario nos deje.
Hoy he estado en el Bernabeu y me ha gustado lo que se ha visto, lo que creo sea la mano de Mourinho. El Osasuna, que tampoco es el Barça, no vayamos a engañarnos, no ha tirado ni una sola vez a puerta, porque no ha podido. La defensa comienza a existir y el equipo tiene unidad, todavía no brilla, pero patina menos que de costumbre los últimos años. Ozil es un gran fichaje, sin duda. Benzema ha luchado, pero parece que todavía no consigue despertarse a la hora. Ronaldo ha dado algún pase lógico y brillante, toda una novedad, lo que permite esperar que se acabe convirtiendo en un jugador de equipo y no en esa especie de tornado cabreado y fallón que ha sido tantas veces. Es pronto para echar las campanas al vuelo, pero puede que la temporada no resulte tan decepcionante como la del pasado año, ese quiero y no puedo entristecido de Pellegrini que acabó decepcionando a todos.