El gobierno del PSOE hace como que lo de las guerras no va con él, a no ser para retirarse de manera apresurada; cuando no puede hacerlo se las arregla para intentar que los españoles sigan creyendo en lo que les conviene, que no hay guerra, sólo misiones de paz. Sin embargo, son continuas las noticias como la de ayer mismo que atribuían a los ataques de la OTAN, en cuya misión participan las fuerzas españolas, la muerte del hijo del líder libio, y han sido y son muy numerosos los datos que indican que en el ataque de la OTAN al régimen libio se han producido numerosas víctimas colaterales, niños entre ellas. Pasa en todas las guerras y raro sería que no pasase también en ésta. Nuestra política internacional ha sido tan delirante, que es lógico que el Gobierno trate de disimular que estamos metidos de hoz y coz en una guerra que se prevé larga y que resulta difícil de diagnosticar, relatar y comprender. Aquí, pase lo que pase, el Gobierno adopta una posición de aparente impasibilidad para tratar de mantener la ficción política sin la que no sabe moverse, la falsedad de que no estamos en una guerra y de que las tropas españolas se dedican, tan sólo, a extraordinarias operaciones benéficas de ayuda a los civiles indefensos. La guerra, según quieren hacernos creer estos pacifistas de pacotilla, la hacen otros, de manera que nosotros podemos pretender ocupar en el conflicto ese envidiable lugar del que está por encima del bien y del mal, sea lo que sea lo que haya ocurrido. Es patente el contraste entre esta hipocresía grotesca y el escándalo que armaron los socialistas en la oposición cuando España decidió enviar tropas de pacificación a Irak, tras la llamada de la ONU a hacerlo. Se trataba entonces de atacar al PP y, como siempre que eso sucede, la verdad importó mucho menos que los intereses, de modo que el “No a la guerra” se extendió con la velocidad de las consignas entre los militantes y simpatizantes de la izquierda.
Ahora que estamos en una guerra considerablemente más cercana y en la que nuestra responsabilidad relativa es mucho mayor, pues es una intervención de la OTAN y no directamente de los EEUU, el Gobierno ni sabe ni contesta, mira para otro lado aparentando ignorar la gravedad de cuanto está sucediendo en la orilla sur del Mediterráneo a muy pocos kilómetros de las costas españolas. Nuestras tropas cumplen dignamente su papel, pero se trata siempre de misiones poco airosas, ya que el estúpido pacifismo socialista trata de aparentar que las tropas españolas no participan en esa campaña, pero el Gobierno no está en condiciones de garantizar que no haya sido un misil español el que haya causado tales o cuales daños porque, digan lo que digan, nuestros soldados están participando en una guerra muy conflictiva y, además, menos clara desde el punto de vista del derecho internacional que la de Irak. El Gobierno ha hecho suya la increíble explicación de que, como pasó en Afganistán, a los helicópteros españoles los derriba el viento, nunca las armas enemigas, aunque sólo si el Gobierno es socialista, porque, en cambio, cuando hubo un accidente de aviación les parecía evidente la responsabilidad directísima de trillo. Fue precisamente José Bono, habituado a toda clase de ficciones, quien sostuvo con desparpajo dos interpretaciones tan asimétricas y malintencionadas. Resulta claro que los socialistas empezarán a poner el grito en el cielo al minuto siguiente de dejar Zapatero y Chacón sus responsabilidades en el Gobierno.
La portabilidad de las tabletas
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