La dimisión de Berlusconi es un ejemplo perfecto de suceso complejo. Incluso olvidándonos de su curiosa forma de actuar, lo que es bastante pedir, su caso es una prueba de la peculiaridad de la política italiana, y, más en el fondo, de las extrañas fuerzas que están actuando en el escenario europeo, de las formas de desafío con que la política está cercando a la democracia. No me siento ni con una milésima del ánimo preciso para hacer cualquier defensa de un personaje tan estrafalario como representativo. Creo que es un caso que convendría analizar a fondo y que está lleno de sugerencias. Es obvio que la ausencia de una auténtica constitución democrática en Europa nos va a proporcionar sucesos dignos de meditación y que no todos tendrán, ni siquiera, la mínima apariencia de buena cosa que tiene el forzado mutis del italiano.
Está por resolver
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