La democracia y los políticos

La idea es muy simple: que los ciudadanos estén descontentos de los políticos no es malo, es perfectamente normal; tampoco es peligroso, lo peligroso sería la indiferencia y la credulidad, y precisamente porque esa actitud ha sido abundante hay ahora más quejas de lo habitual. Hay que creer menos en los políticos y más en la democracia, ese es el mensaje de Clint Eastwood y debería ser el de cualquiera que dedicase un minuto a pensar en el poder sin creer demasiado en  cuentos de hadas. Pero no basta con creer en la democracia, hay que practicarla, y eso es arduo y cansado, aunque solo los soldados cansados ganan las batallas importantes, pese a que lo haya dicho Napoleón. 
No es para tanto

Berlusconi

La dimisión de Berlusconi es un ejemplo perfecto de suceso complejo. Incluso olvidándonos de su curiosa forma de actuar, lo que es bastante pedir, su caso es una prueba de la peculiaridad de la política italiana, y, más en el fondo, de las extrañas fuerzas que están actuando en el escenario europeo, de las formas de desafío con que la política está cercando a la democracia. No me siento ni con una milésima del ánimo preciso para hacer cualquier defensa de un personaje tan  estrafalario como representativo. Creo que es un caso que convendría analizar a fondo y que está lleno de sugerencias. Es obvio que la ausencia de una auténtica constitución democrática en Europa nos va a proporcionar sucesos dignos de meditación y que no todos tendrán, ni siquiera, la mínima apariencia de buena cosa que tiene el forzado mutis del italiano. 
Está por resolver