Fuerza y valor

López Burniol escribe una columna en La Vanguardia sobre la honra de España con la que estoy bastante de acuerdo (discutiría la idea de federalismo que defiende, aunque creo que es él quien se expresa de manera un tanto impropia en este punto, que recientemente he aprendido a valorar mejor). El problema de fondo consiste en que la democracia española de 1978 ha tratado a los catalanistas como si fuesen leales a un proyecto común, y han demostrado que no quieren serlo. Lo que ahora toca es defender nuestra democracia y el estado de derecho, por débil que sea, aprestarse a no consentir una secesión por la bravas, dando muestras muy claras de que no se tolerará, y poner en negro sobre blanco las condiciones en que podría llevarse a cabo una secesión pacífica y acordada, previa fehaciente comprobación de que esa fuere la voluntad ampliamente mayoritaria de los catalanes. Urge empezar a hacer las cosas bien tras décadas equivocadas, si bien no por nuestra culpa, o no enteramente, al menos. 
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