Abundan los políticos tan seguros de su posición que se arriesgan a afirmar lo inverosímil. Si fueran leídos, lo que no suele ser el caso, podrían decir lo de Humpty-Dumpty, que lo importante es saber quién manda. Me referiré a dos casos recientes en los que PP y PSOE han decidido, con un empeño digno de mejor causa, poner a prueba nuestras tragaderas. Por seguir un orden cronológico, empezaremos con el PSOE y su ejecutoria andaluza, tan escasamente ejemplar. Resulta que no se cortan un pelo para acusar a la juez Alaya de mil cosas, pero la más notable, es la de interferir en el proceso político de su partido. Según esto, la juez Alaya, enterada de que Griñán va a convocar primarias, decide procesar a Maleni. De ser cierto, el asunto revelaría una cierta malicia de la jueza, pero lo contrario, es mucho más verosímil: Griñán decide quitarse de en medio, a la vista de que puede acabar empapelado por lo que él sabe mejor que nadie. Pero la astucia de contar lo contrario sólo funciona con los más tontos, que siempre creen lo que se les dice. Por lo demás, como el calendario político se llena cada día de decisiones transcendentales, al decir de quien las toma, vendría a resultar que ningún juez podría tomar nunca medida alguna para no interferir con tan pródigos eventos y novedades.
Vayamos con el PP, en pleno ataque de nervios, vaya usted a saber las razones. Resulta que tras descubrir que Bárcenas puede decir cosas que no les gustan, afirman que Bárcenas es lo peor, un mentiroso, un delincuente, un mafioso, un defraudador, un traidor, un chupa sangres. Un poco tarde, la verdad, para que la gente se crea esta versión que llega, lamentablemente, después de larguísimas temporadas de defensa a ultranza, de afirmaciones de honorabilidad por encima de cualquier sospecha, de trato exquisito con un dirigente que ha firmado las cuentas oficiales de las que presume el partido, eso sí, tratando de que nadie se fije en ese detalle tan singular.
La oposición en pleno se emperra en molestar a Rajoy para que repita lo que seguramente volverá siempre que haya de hacerlo, que no cobró ningún sobresueldo, y no será fácil deducir nada en contrario, pero lo que realmente es comprometedor para Rajoy, y para todos sus cuates, es este extraño ataque de inquina contra quien tan bien les servía hasta hace apenas semanas, contra quien, al parecer, les robó con tal habilidad y discreción que se hizo digno de sus loas. ¿Cómo iban a enterarse de que robaba si era el garante de que todo fuera bien con los caudales? En fin, se comprende que se enfaden, pero tal vez debieran explicar las recónditas razones que les han llevado a tardar tanto en hacerlo.
Una batería inagotable
Una batería inagotable