Tal es el título del libro de Javier Zarzalejos cuya lectura recomiendo muy vivamente a cualquiera que tenga interés por la política y/o por la historia reciente de España: no se sentirá defraudado. Cuando me hablaron del libro, me llamó mucho la atención el título, pero, a libro leído, creo que se trata de una elección inteligente, uno más de los aciertos de este excelente ensayo.
Lo que en realidad hace Javier Zarzalejos es ofrecer una imagen de la política que está muy alejada de los tópicos al uso, pero que, a la vez, no tienen nada que ver con esa idea que a tanta gente le viene a la cabeza cuando se propone hacer, digamos, una cierta desmitificación de la política, un tipo de análisis que muy frecuentemente conduce a confundir la política con la gestión, o con cualquiera de los equivalentes de esa idea que han extendido los tecnócratas. No es que no haya gestión en la política, por supuesto que la hay, y cuando se está en el gobierno esa gestión lleva mucho tiempo y es bastante compleja, pero o es gestión de la política, y la política es lo sustantivo, o no es ni siquiera gestión.
Zarzalejos quiere explicar lo que se hace en política, muchas de las cosas que ocurrieron en los ocho años de Aznar, y lo hace no con el propósito directo de hacer apología de lo hecho, sino, sobre todo, de explicar el porqué y el cómo de todo ello. Su texto es un gran razonamiento, casi un argumento continuo, pero, insisto, no es que se empeñe en un largo relato justificador, sino que trata de explicar lo que ha ocurrido desde el punto de vista de un testigo de primera mano, de un protagonista en muchas ocasiones.
Supongo que a muchos lectores les parecerá que lo que ha escrito es un tanto inverosímil, y es posible que algunas cosas estén desenfocadas o mal explicadas, pero lo esencial es que Zarzalejos sabe que al hablar se va a tropezar con que quienes le escuchan creen saber más que él de lo que cuenta, y eso sucede así porque creen a pies juntillas la versión de muchos asuntos que se ha hecho tópica en los medios de comunicación, una versión que cierta izquierda ha cultivado de oficio, y que parte de la nueva derecha ha abonado irresponsablemente para ocultar sus propias carencias, empeñada, como está, en que Aznar es un tipo tan insignificante como malvado.
El libro nos pone frente a la necesidad de confrontar la verdad que se nos cuenta con abundancia de datos y detalles, que contradicen muy sustancialmente la imagen muy distorsionada de esa época. Al leer a Zarzalejos, caemos en la cuenta de uno de los efectos más poderosos de lo que se ha venido llamando la posverdad, una de cuyas raíces más fértiles es el prejuicio, la idea de que determinadas cosas no pueden ser de ninguna manera ciertas, de que todo ha de corresponder con enorme fidelidad a esquemas que se consideran verdades fundamentales, axiomas políticos y morales que se sobreponen a los hechos, a los datos, a la verdad más simple de las cosas. Zarzalejos lucha pacientemente contra buen número de esas patrañas y lo hace con el oficio de un buen cirujano, de forma que el libro, si se lee con la debida calma y comprobando lo que en él se afirma, se convierte en un poderoso desmentido de tópicos sobre esos años tan importantes de la vida española.
Zarzalejos es un buen escritor, directo, y claro, y pone todo su empeño al servicio de una causa realmente admirable, la de explicar en qué consiste la política y cómo se desarrolló en esos años decisivos. Los que busquen buena información, y algunas revelaciones de cierto empaque, devorarán esta lectura tan llevadera y estimulante. Los que presuman de saber perfectamente lo que pasó, los que están al cabo de la calle de cualquier cuestión que se les pueda plantear, no leerán este libro, en realidad no suelen leer ninguno, pero si sucumbieren a la tentación, hay que reconocer que improbable, se verán muy fuertemente cuestionados por un análisis tan bien perfilado, tan preciso y tan racional.
Zarzalejos muestra que la política es algo menos cinematográfico y glamouroso que el retrato que hizo esa magnífica serie del entorno humano de la Casa Blanca. Al fin y al cabo, las películas son una forma de conocimiento, pero ni se aprende a hacer negocios sucios viendo Wall Street, ni se acaba de conocer cómo funciona la CIA al ver La noche más oscura. El libro nos presta un importante servicio intelectual al subrayar que las cosas son algo más complejas que los relatos para entretener al respetable, pero, de paso, dinamita la base misma en la que se apoyan algunos de los tópicos más torpes sobre los años de Aznar: no dejarán de repetirse, sin embargo, porque cumplen una clara función política, y perviven, precisamente, porque es mucho mejor no leer y no razonar cuando se quiere creer que se posee el don, sorprendentemente abundante, de estar siempre y definitivamente en lo cierto.
Me gusta citar al Spinoza que dijo que la razón solo puede dominar a las pasiones cuando ella misma se convierte en razón, y esa pasión por la razón, por el análisis riguroso, y por acercarnos cuanto sea posible a la verdad, que es el mejor de sus frutos, es lo que mejor explica las más de trescientas páginas de este libro tan suculento como inhabitual.