España (la roja) y el PP

Pedro J. Ramírez ha hecho una buena comparación entre el resultado de la selección española de fútbol y la situación del PP: “Controlar el balón todo el partido, sin ni siquiera crear ocasiones de gol, equivale a la estéril mayoría absoluta de 2011. Luego llegaron los dos tiempos de la prórroga en 2015 y 2016, con la espada de Damocles de la moción de censura. En eso consiste el cara o cruz de los penaltis: puede salir triunfador alguien con muy pocos méritos. Pero así es la alta competición y en el equipo derrotado llega ahora el momento de una drástica renovación”.
El caso es cierto en el fútbol, y certísimo en el lance que el PP afronta. A ese respecto, estamos ante una espesa niebla que dificulta cualquier pronóstico, oscuridad que, no hay que olvidarlo, se debe a los modos y maneras con los que el PP ha administrado todo lo que se refiere a sí mismo, mentir respeto al número y la condición de los afiliados, lo que deslegitima de raíz cualquier elección, y ocultar por completo la naturaleza y los trámites de los procesos internos de toma de decisiones, unas carencias estructurales que pueden hacer descarrilar este intento desesperado y aparente de democracia interna por evitar el hundimiento irremediable del barco.
A pesar de esa negrura informativa, creo que se puede hacer un pronóstico, aunque en forma condicional:
1. Si ganase Soraya, que parece lo más probable dado lo que queda en el PP, un partido de técnicos posibilistas y apolíticos, pero adoradores fanáticos del poder, el partido entraría definitivamente en un proceso de autolisis que supondría un cambio muy de fondo en la política española, con la creación de una gran oportunidad para Ciudadanos y, también, para nuevas formaciones en el centro derecha, pero dando de paso, una oportunidad de oro a Pedro Sánchez para reconstruir un PSOE moderado, a la FG, digamos.
2. Si ganara Pablo Casado, se abriría una oportunidad real de reconstrucción del PP, pero ni es seguro que Casado pueda triunfar, ni está claro que, de hacerlo, vaya a acertar con el programa de radical reconstrucción que se necesita en el centro derecha. Su victoria, abriría una esperanza, sin duda, pero eso apenas será posible si Casado obtuviere un triunfo resonante en la votación popular, porque, si no queda el primero y tuviere que pedir ayuda del aparato, sea cospedaliano o sorayesco, su victoria será pírrica.
A día 2 de julio, no creo que se pueda predecir mucho más. Es bastante obvio lo que ha pasado, pero no es nada fácil evitar que vuelva a suceder, los problemas del PP no son solamente fruto de las malas políticas de sus líderes, que también, sino de la gran dificultad con que se va a tropezar cualquier intento de articular una gran fuerza política con una diversidad social y cultural muy amplia y sin ninguna tradición de conversación política específicamente democrática, y me refiero ahora a la falta de experiencia en poner en pie las estructuras de participación imprescindibles, absolutamente inexistentes en el PP, y a la consiguiente dificultad para fomentar los debates internos necesarios que permitan definir una posición política sólida y sugestiva: esa es una tarea que todavía está sin empezar.