Bankia sube

Se trata de una noticia que no es fácil interpretar. Puede que el público se fíe del Estado, lo que sería asombroso; puede que la histeria económica tenga sus límites, lo que me parece deseable;  Bankia acabará por ser una buena oportunidad y es seguro que no será mucho peor que los demás, aunque ¿quién sabe? El caso es que el descenso enloquecido de esa acción ha sido uno de esos episodios que retratan un clima social realmente anómalo. Creemos que lo que nos ocurre es una crisis financiera, y no caemos en la cuenta de que eso es la consecuencia de la consecuencia, pero no la causa, y hay quien quiere arreglarlo vendiendo sus Bankias. Yo habría vendido antes a todos los que han hecho posible la pervivencia de un modelo de economía tan averiado, y condenaría a galeras a sus apologetas, a Zapateros y Botines. 
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Dos apuntes positivos

Todo va mal, repetimos día a día, y no sin razones. Permítanme que, con este trasfondo, apunte un par de gestos de buen sentido, de esperanza. Ayer me metía con Rubalcaba, pero hoy he de felicitarle por su declaración tranquilizadora respecto a los ahorradores de Bankia; es poco, pero parece mucho en el clima político español, incluso  aunque haya sido hecha en medio de críticas rituales al proceder del Gobierno en el caso.
El segundo gesto se refiere al ministro Guindos y a su benéfica influencia en un Gobierno que no siempre da la talla. Ha ido desde el principio a la mejor solución para Bankia sin reparar que Rato estuviese al frente, su antiguo superior y, supongo, su amigo. Tampoco es mal ejemplo en una sociedad en que todo tiende a guisarse entre amiguetes
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