Orwell & Iglesias

Orwell escribió en 1984 que el partido se había atribuido el invento del helicóptero. De manera más modesta, el joven Iglesias se ha atribuido la exitosa movilización popular de la jornada de reflexión frente al PP del atribulado Rajoy. ¡Qué modestia la de este chico!  ¡Diez años en silencio sin presumir de un éxito tan importante! En fin, es hora de que se vaya sabiendo la verdad, no vayamos a creer que el elocuente coletas es fruto de la improvisación: todo estaba previsto en la prodigiosa mente del revolucionario al que tal vez quepa reprochar, únicamente, cierta lentitud  al hacernos disfrutar de sus magníficas y fecundas ocurrencias. ¡Pobre Rubalcaba, una vez dimitido ya te disputan hasta las felonías!
Adiós a Google News

Dos apuntes positivos

Todo va mal, repetimos día a día, y no sin razones. Permítanme que, con este trasfondo, apunte un par de gestos de buen sentido, de esperanza. Ayer me metía con Rubalcaba, pero hoy he de felicitarle por su declaración tranquilizadora respecto a los ahorradores de Bankia; es poco, pero parece mucho en el clima político español, incluso  aunque haya sido hecha en medio de críticas rituales al proceder del Gobierno en el caso.
El segundo gesto se refiere al ministro Guindos y a su benéfica influencia en un Gobierno que no siempre da la talla. Ha ido desde el principio a la mejor solución para Bankia sin reparar que Rato estuviese al frente, su antiguo superior y, supongo, su amigo. Tampoco es mal ejemplo en una sociedad en que todo tiende a guisarse entre amiguetes
Errores que se resisten a morir

Un PSOE a la deriva

Las situaciones más complicadas a las que se enfrenta cualquier organización tienen que ver con lo que se suelen llamar cambios de escenario. El PSOE se enfrenta tras la derrota electoral reciente a una situación inédita en su historia, a un espectacular retroceso electoral que puede extremarse en las próximas elecciones andaluzas. En este contexto no resulta extraño que la organización política haya apostado por la elección de un dirigente tan veterano como Rubalcaba, un gesto conservador para tratar de tapar las grietas de la nave a punto de quebrar y comenzar una recuperación política de su capital desde bases sólidas y seguras. La sorpresa no ha sido, pues, la apuesta por el liderazgo de Rubalcaba, sino el rumbo demagógico que el ex portavoz parlamentario, ex portavoz del gobierno, ex ministro y ex vicepresidente, es decir un hombre de amplísima experiencia política,  ha impuesto a su partido en su reestreno como fuerza de oposición. El PSOE del postzapaterismo en manos de Rubalcaba no ha corregido en absoluto  la deriva radical del partido, responsable, en último término, del pésimo balance de sus años de gobierno y, sobre todo, causa determinante del abandono electoral de los sectores moderados de sus votantes, sino que ha apostado por promover un clima de crispación social frente al gobierno popular.
Las consignas políticas de Rubalcaba en torno al 11 M han sido particularmente reveladoras de esa estrategia tan desnortada como irresponsable. Lejos de distanciarse de las tentaciones más demagógicas de los líderes sindicales, Rubalcaba se ha convertido en su máximo inspirador y garante; ni siquiera ha tenido el mínimo buen gusto de aconsejar a Méndez y Tocho que no mancillasen la fecha más triste de nuestra historia contemporánea con unas algaradas que podrían haberse convocado perfectamente en cualquier otro momento menos doloroso para el recuerdo de la mayoría de los españoles.
En el Parlamento se ha podido oír a Rubalcaba, que evidentemente desconoce cualquier capacidad de rubor, atribuir a la reforma laboral, que aún no ha entrado en vigor, la perdida de millones de puestos de trabajo. Es relativamente normal que los políticos apuesten más por  sus intereses que por la discreción y la competencia intelectual de los electores, pero el exceso de cinismo de Rubalcaba resultaría insoportable incluso a un imaginario presidente de su club de fans.
La entusiástica subordinación de Rubalcaba a la agenda de las cúpulas sindicales es incomprensible en un político con un mínimo de conocimiento de la realidad española. Rubalcaba conoce perfectamente las gravísimas debilidades estructurales y políticas de los sindicatos, su dependencia de las subvenciones públicas, su desarraigo en la vida real de las empresas, su absoluta ausencia en el caso de las PYMES, decisivas en la economía del empleo, su mínima implantación entre los funcionarios. Sabiendo como sabe que los Sindicatos apenas significan otra cosa que lo que pesa su imagen institucional es difícil comprender el seguidismo de Rubalcaba, una actitud que retrasa de manera irresponsable la recuperación política del partido que le ha elegido como líder. Es posible que tanto disparate se deba exclusivamente al temor de que se le acuse de tibieza tras el previsible descalabro andaluz, lo sabremos pronto, pero, en cualquier caso, es una necedad negarse a la autocrítica,  pasar olímpicamente de analizar con frialdad las carencias y los errores que han pasado una factura tan onerosa a los socialistas. Refugiarse en el rojerío y el resentimiento relativamente explicable en un personaje como Pilar Manjón  constituye un error de bulto en un líder con aspiraciones, algo que se le debe suponer a Rubalcaba, pero que habrá que empezar a poner en duda si persiste en consentir que su partido se mantenga a la deriva, al socaire de las ocurrencias de personajes tan estériles e irresponsables como los líderes sindicales, o como esos consejeros que le hayan podido sugerir que mancillar la memoria de las víctimas del 11 M o echarle a Rajoy la culpa del imparable desempleo pueda resultar una estrategia inteligente.
Con las ingentes sumas de dinero público que reciben, con el concurso de sus decenas de miles de liberados, los líderes sindicales tienen la capacidad de promover manifestaciones, ocupaciones y diversas liturgias, más cercanas a la intimidación que a la democracia,  pero están muy lejos de tener un apoyo ciudadano significativo. ¿Está Rubalcaba creando un PSOE paralelo, callejero y revolucionario que, con ayuda del radicalismo sindical, sea una especie de complemento de la debilidad parlamentaria de su partido? Cuesta creerlo, pero los hechos, de momento, apuntan en esa dirección, lo que supondría  un auténtico retroceso político, un paso lamentable en la dirección equivocada, pero, para evitarlo, Rubalcaba va a tener que dar muestras de un valor político que, aunque se le pueda suponer, todavía no ha sido capaz de mostrar en ningún asunto.
Tarifas sensibles al interés de la compañía

El sacrificio de Rubalcaba

No es que yo sea un gran admirador de Alfredo Pérez Rubalcaba, pero me parece que abundan los políticos de mucho menos peso que el del espigado socialista. Me gusta de él que esté bailando con la más fea sin apenas rechistar, aunque quepa dudar de que el ritual vaya a ser largo. En todo caso, está haciendo lo que tiene que hacer un político en su lugar, como el que tiene que ir al entierro de una víctima del terrorismo o a dar la cara ante cualquier error grave. Y eso, le honra y confiere una cierta dignidad a un oficio tan desprestigiado como difícil.
¿rebajas telefónicas?