¡Váyase, señor Rajoy!

El desastre del PP ha sido incluso peor del que preveíamos los convencidos de que se iba hacia el abismo. Se trata de una situación que no admite componendas, y las soluciones no son más que dos: la primera, y única que ofrece esperanzas de cierta recuperación a corto plazo, es que Rajoy dimita como presidente del PP, anuncie que no se presentará a las elecciones generales y abra un proceso de discusión y de renovación en el partido que culmine con un congreso extraordinario abierto y con la designación de un nuevo candidato en el plazo más breve posible. Esto exigiría alargar al máximo la legislatura, dentro de lo que quepa. Todo lo que no sea una auténtica refundación del partido liberal conservador será una chapuza ridícula y grotesca.
La segunda salida, es el suicidio, y se ejecutará, convocando o no las elecciones en plazo breve, si se pretende que Rajoy siga encabezando la lista como si no hubiera pasado nada. Es lo que ha hecho Rosa Díez, la ex-líder de UPyD, y ya se ha visto cómo le ha ido. 
La primera salida le concederá a Rajoy cierta grandeza en la adversidad, la segunda traerá para todos los militantes del PP no solo la derrota sino el oprobio. ¡Ojalá acierten por el bien de todos!

Vicios privados, vicios públicos, virtudes escasas

El asunto Rajoy, ya que él no quiere nombrar a Bárcenas, es un espejo en el que puede mirarse la sociedad española y el sistema político que hemos construido. Doy por sentado que es un sistema que no gusta a nadie, ni a los que lo disfrutan, pero, por alguna razón, se mantiene, aunque sea literalmente incompatible con cualquier modelo ético de democracia liberal, de estado de derecho y de igualdad ante la ley. Tal vez esa incompatibilidad sea lo más interesante para las minorías que mejor lo estrujan, para los empresarios que han hecho sus fortunas al calor del dinero público, incontrolable porque el sistema se encarga de que se administre con suficiente opacidad, y para los jefes de partido sin ninguna idea en la cabeza, que son los que más fácilmente pueden llegar arriba, porque con la cabeza pesada se trepa muy mal por la resbaladiza cucaña del «sí señor», del «lo que mande» y del «aquí no pasa nada». 
En fin, que vamos a poner a prueba como funciona aquí aquello de que «se puede engañar a todos algún tiempo, a unos pocos siempre, pero no a todos siempre» (atribuido a Lincoln), lo que nos permitirá comparar a don Abraham con don Mariano, sin ánimo de ofender. Me temo lo peor, o casi lo peor. ¿Qué sería el «casi»? Que en el PP no hubiese reacciones vigorosas hasta que se haga evidente que con este equipo se va al desastre, pero puede ser peor.
¿SGAE?

Lo peor que nos ha pasado

Desde el punto de vista político, lo peor que nos ha pasado tiene que ver con la perpetuación de la leyenda franquista que identifica la libertad con el caos. Así, en el seno del PP no se ha permitido nunca que exista una libertad política, una competencia, una representación. El PP se ha convertido siempre en una longa manus de su líder, es decir, se ha inmolado, ha renunciado a crear y creer en la democracia que tenía que representar y sustentar. Se trata de la continuidad del autoritarismo por otros medios, y eso ha debido llevar siempre al desastre, como está sucediendo ante nuestras narices. En lugar de ser el PP el que fuerce la dimisión de un líder y primer ministro que no está a la altura de las exigencias mínimas, va a ser la calle quien lo fuerce, de modo que, por falta de vida propia en el PP,  un incidente interno se convertirá en una deslegitimación de la democracia representativa que nadie sabe en qué puede acabar. 
Es escandaloso que nadie del PP pida la dimisión urgente de Rajoy, la formación de un gobierno que acabe la legislatura y la apertura de un proceso interno de reflexión y debate en el PP que acabe de una vez por todas con su subordinación al autoritarismo y con su perpetuación de conductas inadmisibles, si no delictivas. Yo, que desgraciadamente no represento a nadie en el PP salvo a mi mismo, pero estoy convencido de representar el sentir avergonzado de miles de militantes, lo diré con toda la claridad y fuerza con la que puedo decirlo: Rajoy tiene que marcharse de la política para evitar que el PP desaparezca y España viva una innecesaria convulsión.