Equilibrios en el alambre

El día de hoy no es como para andar con bromas, ni con matices, pero me parece que precisamente en días en que la actualidad parece cegadora, puede ser interesante dedicarse a hablar de cosas ligeramente más sutiles.
Les voy a pintar un panorama de equilibrios entre la política, la justicia y la fama. Visto que el TS va a empapelar a Garzón, si no es que los justicieros internacionales se lo llevan en volandas y a tiempo, estaba cantado que el señor de los trajes, volvería al estrado. Los jueces tienen que ser justos, pero no están obligados a ser heroicos, y visto lo que les había caído a cuenta de don Baltasar, era muy improbable que se pasasen de generosos con el señor Camps.
Si hay un político en cuya defensa no gastaría una línea, es el presidente de la Comunidad de Valencia; creo que es casi imposible ser más torpe de lo que él ha sido, y creo que ha hecho, y parece que seguirá haciendo, un grave daño a su partido, y a España. Si no es un corrupto, que no lo sé, no cabe duda de que se ha conducido de la manera más idiota, ridícula y risible que se pueda imaginar, y solo por eso, en un país medianamente serio, no debería permanecer un minuto más en su puesto. Resulta sorprendente, sin embargo, que se pueda empapelar a alguien por meros trajes, mientras que al señor de los caballos, los dúplex y los variadísimos regalos de sus amistades inmobiliarias, no hay fiscal que le tosa.
Cuando se piensa en la democracia española es inevitable caer en la cuenta de que aquí, el poder, el verdadero poder, sigue siendo intocable.Nuestra tradición de oscurantismo, disimulo, retórica, mentira e irresponsabilidad, sigue intacta. Queda mucho para que podamos gozar de una democracia decente, pero no echemos la culpa a nadie, solo a nosotros mismos que lo consentimos con una mezcla absurda de pasividad, picardía y cinismo.