Demócratas de toda la vida

Por una vez que Zapatero dice una cosa sensata, que Europa nos pide a gritos, como que sea constitucional la obligación de no incurrir en déficit público, y que Rajoy le apoya, van los indignados de siempre y dicen que ellos quieren votar. Es evidente que quieren votar no, y a eso le llaman «golpe de estado del PPPSOE», de manera que está muy claro el tipo de estado que estos sujetos quieren, el gratis total y que trabaje Rita, o mejor, Helmut, que nos han dicho que le gusta. Nosotros a vivir el Spain is different, como con Franco.
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El jardín griego


Según una noticia de El Mundo, este humilde macetero ante un hospital ateniense precisa de 45 jardineros para su mantenimiento. No hace falta que la noticia sea exacta, basta con que sea aproximada para comprender los errores y los horrores de la economía griega, de un modo de vida absolutamente insostenible, por más manifestaciones y protestas que se le eche al asunto. Al conocer el caso, he recordado lo que me contó un amigo directivo de Telefónica sobre el número de médicos que tenía en plantilla la compañía argentina que compró la española para instalarse en Buenos Aires: eran  miles, lo que es enteramente surrealista, pero además, y como es lógico, se tardaba meses en conseguir un teléfono en Argentina. Imagino que ahora las cosas estarán mejor por allá, y no solo para Telefónica.
Muchas de las políticas sociales y de empleo de la izquierda, sea griega o peronista, consisten en un sueño, una pesadilla, en realidad, imposible y voluntarista, en la imaginación irresponsable de una sociedad universalmente subvencionada, una posibilidad tan absurda como la quimérica hazaña del Barón de Münchhausen que afirmaba haberse  librado de perecer ahogado en un pantano tirando de sus pelos hacia arriba. La verdad, dura pero cierta, es que si nadie produce y vende cosas que gusten a los demás no habrá nada que repartir, y, además, el mundo entero es cada vez más competitivo, de manera que es irreal contar con que se vayan a poder mantener chollos como el de los jardineros griegos, que seguramente no iban nunca a trabajar.