La responsabilidad de Zapatero

Por negativa que sea la imagen que se tenga de Zapatero, y la mía lo es, hay que reconocer que lleva un año intentando parecer un líder responsable, haciendo ver que adopta medidas necesarias por el bien de España, aunque le perjudiquen. Esa imagen es, en buena medida, un embuste, porque el presidente sigue confundiendo el mero decir que va a hacer algo con el  hacerlo efectivamente. Su discurso de la noche electoral estuvo basado en esa presunción honorable para confirmar que no pensaba convocar elecciones precisamente para continuar en el ejercicio de su responsabilidad.  El caso es que la credibilidad de Zapatero está tan devaluada que puede bastar que afirme que no  habrá elecciones anticipadas para que muchos sospechen que ya ha decidido convocarlas, lo que no ayuda precisamente a serenar las cosas.
Pues bien, es ya un clamor la evidencia de que ese análisis basado en su supuesta responsabilidad para llevar a cabo una agenda de reformas dolorosas, no se tiene de píe ni un minuto más. Hasta en su partido es evidente que, pese a la sólida implantación de una tupida red de intereses, y pese a lo berroqueño de la ideología socialista, el PSOE amenaza ruina inminente, precisamente si Zapatero se empeña en continuar. Lo más importante para un presidente de gobierno debería ser la credibilidad de nuestro país, en un momento especialmente delicado para las finanzas internacionales, y con una deuda exterior que no va a dejar de aumentar su costo mientras siga al frente del Gobierno un personaje, agotado, desprestigiado, informal e inconsistente. Zapatero es hoy el principal motivo de descrédito internacional de España, y ese factor solo se neutraliza con su marcha. Él mismo debería comprender que si ha debido retirarse del primer plano  electoral por el bien de su partido, tendría que dejar  la presidencia por el bien de todos. Esta es la verdadera cuestión, estamos ante una situación extremadamente crítica, y no tenemos muchas posibilidades de salir de ella mientras el gobierno siga en unas manos tan quemadas, tan poco creíbles, que han perdido audiencia incluso entre  quienes le siguen de oficio o por interés.
¿Cuáles pueden ser las razones que aconsejen a Zapatero una resistencia numantina? Hay básicamente tres, todas contrarias al interés general. Ls primera, el deseo de mantenerse en el poder, dada la posibilidad de seguir gozando de una cierta mayoría en el Congreso, una eventualidad que está muy en el aire. España no gana nada con esa continuidad anémica, porque ni es verdad que tenga un programa de reformas ni, de tenerlo, va a contar con la fuerza necesaria para cumplirlo. La segunda razón es tratar de que el PSOE  se coloque en mejores condiciones para afrontar unas elecciones generales, pero lo que supuestamente convenga al PSOE no debiera ser un obstáculo para el interés general de los españoles, además de que no cabe ninguna especie de recuperación con Zapatero de cuerpo presente.

Tocado pero no hundido

Napoleón decía que las batallas las ganaban siempre los soldados cansados; no es mucho decir, sobre todo porque resulta inverosímil que las batallas las ganen los soldados que no se hayan esforzado. Viene esto a cuento del estado de ánimo que se adivina en muchos de los dirigentes del PP, sometidos durante los últimos meses a un intenso fuego, del que han salido, y se adivina que seguirán saliendo, con bastante buen píe. El cansancio no debería verse como un motivo para la dejadez, sino como una condición necesaria de la victoria. A poco que reflexionen, verán que parte de los sufrimientos de los últimos meses se habrán debido a un exceso de laxitud de conciencia en lo que se refiere a las menudencias, olvidando que sus adversarios tienen siempre a punto las correspondientes lentes de aumento. Laxitud, bisoñez y algo de cobardía, han sido las causas de los errores cometidos, pero la batalla ya está vencida, y solo resta aprender. Seguramente habrá muchos que piensen que, sin esas menudencias, la política no merece la pena y no estaría mal irles enseñando, sin pausa alguna, el camino del abandono para que puedan retornar a sus rutilantes vidas privadas.

Magullados por algunos disparos muy mal intencionados, pero menores y chapuceramente dirigidos (recuerden la cacería y a sus protagonistas), las huestes del PP está en perfectas condiciones para iniciar su singladura definitiva camino de la mayoría política.

El PSOE, por su parte, va a lamentar haberse empeñado en una batalla de desgaste para obtener unos objetivos tan notoriamente escasos. Es asombrosa la absoluta carencia de autocrítica con la que se despachan, y lo poco que calculan las derivadas de sus acciones; tal vez su error haya consistido en sobrestimar su capacidad de dictar sentencia a partir de los titulares de lo que en otro momento pudo considerarse prensa de prestigio.

Sea como sea, a partir de septiembre, la política tendrá que tener otro argumento, porque esta cacería contra el PP ha terminado en desbandada. El Gobierno pudiera intentar seguir con el maquillaje estadístico, y con esos juegos de palabras que tanto entusiasman a su parroquia, pero, desgraciadamente, las malas noticias económicas españolas se van a intensificar de manera casi insoportable. Será pues Rajoy quien haya de esforzarse para que la política gire en torno a sus propuestas y, presumiblemente, para encontrar una fórmula parlamentaria que nos pueda liberar del largo resto de legislatura: todo lo que haga en ese sentido, especialmente si consigue el objetivo de apartar a Zapatero de la presidencia, será muy de agradecer, no solo por los españoles de ahora sino por los del futuro, puesto que podríamos disponer de un ejemplo notorio del carácter parlamentario de la monarquía española.

[Publicado en Gaceta de los negocios]