[Locomotoras de Acciona remolcan un tren carbonero entre La Robla y Gijón]
Da la impresión de que Renfe se quiere convertir en una empresa de transporte de personas. Es lógico, porque se trata de un mercado más fácil y en el que su posición es muy cómoda. Lo que ya no es tan lógico es que los responsables políticos del asunto no hagan nada al respecto: ni crean una empresa distinta de Renfe que compita por la mercancías, ni apoyan las posibilidades de la liberalización de ese mercado, aunque Renfe sigue comprando locomotoras y vagones lo que parece un negocio rentable en sí mismo. Las infraestructuras no se adecuan a esos nuevos servicios que resultan tan necesarios y tan razonables pero requieren inversiones menos espectaculares y que no se prestan a las inauguraciones. El ferrocarril de mercancías no precisa ser especialmente rápido, pero sí ser seguro y fiable, porque las empresas no quieren desconocer el momento en que sus mercancías llegarán al destino. El Gobierno habla de líneas de altas prestaciones, de intermodalidad, de Kioto pero, hasta ahora, sólo ha sabido encarecer el mal servicio que, muy a desgana, ofrece