La TV de mañana ¿?
El tren
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En un artículo muy reciente, Enric Juliana se quejaba, no sin cierta razón, del mapa de inversiones ferroviarias. El escándalo viene de que la línea Barcelona Valencia no aparece, de manera que Barcelona y Madrid están unidas por una línea de alta velocidad, Valencia y Madrid pueden estarlo en breve, y Barcelona no tiene ese tipo de buena conexión con Valencia. En ese triángulo de grandes ciudades, hay un lado al descubierto. Luego afirma, también con cierta razón, que hace falta un gran corredor de mercancías para que el Mediterráneo quede bien unido a Europa.
El argumento supone que el escándalo se produce por la sumisión al supuesto victimismo de los valencianos y por la permanencia de un esquema radial en las comunicaciones ferroviarias. Puede ser. Habría que decir, sin embargo, que el asunto puede contarse de otra manera. Primero porque la conexión ferroviaria entre Barcelona y Valencia es, salvo un par de puntos que están en solución, de las mejores de toda la península en cuanto a viajeros, y son muchos los que han defendido que mantener y mejorar ese modelo es preferible al excesivo gasto de la alta velocidad y, segundo, que el tráfico de mercancías es un desastre en toda la red, sin que el eje mediterráneo suponga ninguna expansión.
[Locomotoras de Acciona remolcan un tren carbonero entre La Robla y Gijón]
Da la impresión de que Renfe se quiere convertir en una empresa de transporte de personas. Es lógico, porque se trata de un mercado más fácil y en el que su posición es muy cómoda. Lo que ya no es tan lógico es que los responsables políticos del asunto no hagan nada al respecto: ni crean una empresa distinta de Renfe que compita por la mercancías, ni apoyan las posibilidades de la liberalización de ese mercado, aunque Renfe sigue comprando locomotoras y vagones lo que parece un negocio rentable en sí mismo. Las infraestructuras no se adecuan a esos nuevos servicios que resultan tan necesarios y tan razonables pero requieren inversiones menos espectaculares y que no se prestan a las inauguraciones. El ferrocarril de mercancías no precisa ser especialmente rápido, pero sí ser seguro y fiable, porque las empresas no quieren desconocer el momento en que sus mercancías llegarán al destino. El Gobierno habla de líneas de altas prestaciones, de intermodalidad, de Kioto pero, hasta ahora, sólo ha sabido encarecer el mal servicio que, muy a desgana, ofrece