El tren

Hoy se inaugura la conexión con la frontera francesa en vía europea, sin los seis píes castellanos que tanto han dificultado las conexiones con Francia. Esta línea es la primera concebida para tráfico mixto, algo bastante lógico si se actúa con criterios de rentabilidad de las inversiones, lo que no siempre ocurre,  como es sabido. Los nacionalistas catalanes protestarán de lo tarde que se ha hecho, y tendrán razón, pero no conviene olvidar que han sido ellos mismos los responsables de que la alta velocidad se convierta en Cataluña en un trazado de cercanías, porque en lugar de un Madrid-Barcelona-Francia tenemos un Madrid-Lérida-Tarragona, que obliga  a la línea a un recorrido absurdo,  que en Barcelona hay varias estaciones, y, para acabar,  paradas en Gerona y Figueres, a menos de 17 minutos de AVE. Falta sentido nacional, sin duda, pero porque sobra mentalidad de campanario. Lo pagarán nuestros herederos, aunque ya lo estemos pagando nosotros. 
La TV de mañana ¿?

El mapa escandaloso

En un artículo muy reciente, Enric Juliana se quejaba, no sin cierta razón, del mapa de inversiones ferroviarias. El escándalo viene de que la línea Barcelona Valencia no aparece, de manera que Barcelona y Madrid están unidas por una línea de alta velocidad, Valencia y Madrid pueden estarlo en breve, y  Barcelona no tiene ese tipo de buena conexión con Valencia. En ese triángulo de grandes ciudades, hay un lado al descubierto. Luego afirma, también con cierta razón, que hace falta un gran corredor de mercancías para que el Mediterráneo quede bien unido a Europa.

El argumento supone que el escándalo se produce por la sumisión al supuesto victimismo de los valencianos y por la permanencia de un esquema radial en las comunicaciones ferroviarias. Puede ser. Habría que decir, sin embargo, que el asunto puede contarse de otra manera. Primero porque la conexión ferroviaria entre Barcelona y Valencia es, salvo un par de puntos que están en solución, de las mejores de toda la península en cuanto a viajeros, y son muchos los que han defendido que mantener y mejorar ese modelo es preferible al excesivo gasto de la alta velocidad y, segundo, que el tráfico de mercancías es un desastre en toda la red, sin que el eje mediterráneo suponga ninguna expansión.

Me parece, sin embargo que el problema de fondo es político y que no sirve de mucho tratar de racionalizar las cosas cuando se va a defender intereses que son más hondos. No se puede hablar en serio  de un mapa razonable de transporte cuando las fuerzas políticas, y las gentes que los apoyan, se obstinan en imponer diferencias. El  resultado de esa pluralidad mal entendida es que es imposible planificar de manera coherente. La primera línea de alta velocidad no se hizo entre Barcelona y Madrid, sino entre Madrid y Sevilla, tal vez porque Felipe González era de allí. Eso es malo, sin duda, pero es el resultado de entender las relaciones entre los territorios, como si solo existieran las partes y el todo fuese una mera pesadilla de la historia. Sin cambiar eso, no vale quejarse.

Papá ven en tren


[Locomotoras de Acciona remolcan un tren carbonero entre La Robla y Gijón]


Este era uno de los eslóganes de la vieja Renfe que se encontraba con frecuencia en los carteles de carretera cuando ir de Barcelona a Madrid era una pesadilla de atascos y cuervas. Ahora, todo eso ha mejorado, pero el ferrocarril sigue siendo penoso para las mercancías que tienen una enorme importancia económica. El nuevo AVE ha dejado mucho más despejado de tráficos el viejo trazado ferroviario entre las dos grandes capitales, pero el volumen de la mercancía que trasladan los trenes sigue cayendo en picado y es, seguramente, el más bajo de toda Europa entre dos capitales de esa importancia. Los camiones siguen atascando la carretera como puede comprobar cualquiera que se arriesgue a coger la N II entre Barcelona y Zaragoza, que en ocasiones ofrece un aspecto dantesco, pero Renfe no sabe o no quiere acudir al rescate.

Da la impresión de que Renfe se quiere convertir en una empresa de transporte de personas. Es lógico, porque se trata de un mercado más fácil y en el que su posición es muy cómoda. Lo que ya no es tan lógico es que los responsables políticos del asunto no hagan nada al respecto: ni crean una empresa distinta de Renfe que compita por la mercancías, ni apoyan las posibilidades de la liberalización de ese mercado, aunque Renfe sigue comprando locomotoras y vagones lo que parece un negocio rentable en sí mismo. Las infraestructuras no se adecuan a esos nuevos servicios que resultan tan necesarios y tan razonables pero requieren inversiones menos espectaculares y que no se prestan a las inauguraciones. El ferrocarril de mercancías no precisa ser especialmente rápido, pero sí ser seguro y fiable, porque las empresas no quieren desconocer el momento en que sus mercancías llegarán al destino. El Gobierno habla de líneas de altas prestaciones, de intermodalidad, de Kioto pero, hasta ahora, sólo ha sabido  encarecer el mal servicio que, muy a desgana, ofrece la Renfe. Madrid y Barcelona están, a estos efectos,  más aislados que nunca.