El descrédito

Una de las últimas cosas que se me ocurrirán, mientras me quede un adarme de entendimiento, es hablar de economía; no es una virtud innata, no se crean, sino un hábito saludable, pero adquirido a base de meteduras de pata gloriosas.
De la política sí me atrevo a hablar, más que nada porque me gusta, porque tampoco estoy seguro de saber nada medianamente bien, cosa que creo le pasa a mucha gente, también a los economistas serios, en lo que consideran su terreno. Bueno, a lo que iba. Hoy me han hablado de que España puede entrar en barrena en los dos próximos meses, si se comprueba que el gobierno sigue tirando de déficit de manera desbocada; si es verdad, mejor será que no lo comprueben, porque no le veo a ZP ahorrando, tampoco a ninguno de los 17 reyes de taifas, ni a ningún munícipe, para decirlo todo.
Si entrásemos en el descrédito exterior, lo que haríamos es proyectar hacia fuera el enorme descrédito que nos traemos entre nosotros. A mí me parece que no es un problema financiero, aunque también lo será, sino que estamos en una de esas situaciones en que hay que salir corriendo y nadie se arranca; todo el mundo parece pensar que a él no le va lo de la crisis, y pretende seguir viviendo como si nada. Nuestro único remedio sería un gobierno que nos metiese algo de miedo y diese algo de ejemplo,… bueno o el descrédito, el shock que venga de fuera y no deje títere con cabeza. Hay que estar atentos, porque luego se amontona la gente en los aeropuertos y no hay manera.