La estrechez de los directivos del Barça

Ayer tuve oportunidad de oír a los cuatro aspirantes a la presidencia del Barça la misma respuesta, exactamente la misma, a una pregunta sobre cuál era la selección a la que deseaban el triunfo en los mundiales. Respondieron, como si del catecismo se tratara, que aquella en la que jugasen más futbolistas del Barça.
Esta respuesta unánime refleja un estado de cosas literalmente lastimoso. La disculpa oficial es que el Barça es un club catalán, lo que es obvio, y catalanista, lo que es más discutible, y que, por tanto, no se puede dar por hecho que sus partidarios hayan de desear la victoria de España, de manera que se ha de imponer el eufemismo al contestar a preguntas tan aviesas. Curiosamente ninguno de los cuatro aspirantes se ha planteado el deterioro que en su clientela pudiere suponer el voto de los españoles no catalanistas, y socios del Barça, que también los hay, o, mejor dicho, si lo han calculado, pero han deducido que son menos que los catalanistas, cosa que habría que ver, pero, sobre todo, que están obligados a tragar porque ese es el mandato políticamente correcto en Cataluña.
La verdad es que por simpáticos que te caigan los catalanes, como es mi caso, y por admirable que sea el juego del Barça, que lo es y mucho, cuesta trabajo entender tanta estrechez de miras, tanto pueblerinismo, en gentes que deberían estar acostumbradas a decir la verdad, a ser valientes, a asumir que el Barça es una sociedad plural, seguramente más que la misma Cataluña, y que a una mayoría bastante grande de sus socios les encantaría que la selección española de fútbol ganase el Mundial. Hoy por hoy, el Barça es un equipo español, digan lo que digan los aspirantes a presidirlo, juega en la Liga española, entra en la Champions como representante de España, y es querido y admirado por muchísimos españoles no catalanes, como habrá podido comprobar cualquiera mínimamente interesado en estos asuntos.
Si los independentistas se lo quieren quedar, en el improbable caso de que triunfaren, se acabarían haciendo daño, porque tendrán que inventarse una Liga catalana, ligeramente menos apasionante que la española, que también perdería mucho, todo hay que decirlo.
De todos modos, me resulta menos insoportable, esa hiper-exaltación del catalanismo político que la falta de generosidad de los directivos del Barça, esos que pusieron las mangueras al final del partido en el que quedaron eliminados tras su enfrentamiento con el Inter. Compárese esa escena miserable con lo que ocurrió en situación semejante, hace unos años, cuando el Liverpool eliminó al Chelsea: por cierto, Mouriño también estaba por allí.