Yo creo que con la crisis pasa algo parecido a lo que ocurre con las canciones, que nos quedamos más con la música que con la letra, entre otras cosas, porque la crisis da lugar a unas narrativas muy confusas. La música de la crisis, por el contrario, puede ser muy clara, porque depende, básicamente, de la interpretación que hagan los políticos, y eso es lo que, cuando llegue el momento, valorarán los electores.
Hay una crisis, pero hay diferentes músicas para recordarla, cuando pase, que pasará. Hay, al menos, dos músicas muy distintas. La primera es la de ZP, que está entonando los remedios de la crisis al son del sacrificio por la patria, con el estribillo de su inmolación: he de hacer lo que no quiero por el bien de todos, porque es necesario, y si hay que recibir bofetadas las recibiré con gusto por mi país. Muchos me dirán que hago una interpretación muy benigna de la melodía de Zapatero, y seguramente tendrán razón, pero ZP está concentrando todos sus esfuerzos políticos en ese breve estribillo que puede ser muy pegadizo.
La melodía del PP es más difícil de detectar; cuando suena mal, cuando chirría, parece decir algo así como ZP vete ya, que nosotros lo haremos mejor. Yo, sintiéndolo mucho, no alcanzo a percibir otra melodía por parte del PP, aunque sepa que las hay, pero no consiguen imponerse, supongo que porque el PP no tiene una orquesta especialmente bien afinada, y ni siquiera resulta obvio que estén ejecutando la misma partitura. Esto puede dar resultados muy negativos para el PP, y tal vez podamos comprobarlo relativamente pronto.
¿Porque pasan estas cosas? Mi interpretación es la siguiente: la dirección del PP cree que se han perdido las elecciones de 2004 y 2008 por tener un discurso insoportable para la mayoría del país, o por decirlo de algún modo, habitual pero equívoco, poco centrado. En consecuencia, concibe su intento de alcanzar el poder con una mezcla de astucia y disimulo, pero sin explicar con claridad por qué y para qué querría alcanzarlo. Ese análisis lleva a adoptar discursos que, más que confusos, pueden calificarse como confundidores, lo que, en consecuencia, permite al PSOE hacer lo posible para que crezca la sensación de que el PP tiene una agenda oculta que no se atreve a desvelar. Un ejemplo: si en lugar de reconocer que hay demasiados funcionarios, un alto cargo del PP dice que, de ser él funcionario hubiera hecho la huelga, lo que está haciendo es ocultar la política que el PP debiera tener sobre el asunto, y preparar al público para el convencimiento de que el PP solo tiene ambición y oportunismo, cosa que se acentúa cuando el PP parece querer reducir sus diferencias con el PSOE a una presunta mejor administración de la economía. Con esta música el PP no está preparando su marcha triunfal, por mucho que pueda creerlo.