Es muy frecuente que artistas y otras gentes de vida airada, sindicalistas, políticos sin mucho que ganar, etc. hagan determinadas manifestaciones que pueden ofender, y, al parecer, ofenden, a determinadas personas, o a la religión, a la patria o a cualquier otro ideal respetable, que son muchos. Me gustaría convencer a todo el mundo de que carecen por completo de sentido las reacciones represivas, los castigos, las amenazas, lo que fuere. Mientras estemos hablando de libertad de expresión, creo que lo lógico es no darse por afectado, es decir, hacer exactamente lo contrario de lo que pretenden los provocadores. Creo que la libertad consiste, como dijo Hayek de manera insuperablemente breve y clara, en que los demás puedan hacer cosas que no nos gusten, y que lo inteligente no es reaccionar haciéndose el ofendido, sino, gracianescamente, no hacer aprecio. Además, hay que tener un criterio interpretativo lo más abierto y tolerante que se pueda, de manera que se alcance a ver que lo que pueda parecer ofensivo no siempre lo sea. Claro es que a la gente le gusta mandar, pero eso también debe moderarse cuanto se pueda.
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