Orwell digital

Han tenido que ser precisamente dos obras de George Orwell las que hayan desaparecido, de manera muy orwelliana, de las memorias de los Kindle que las hubiesen bajado de Amazon porque, al parecer, el señor Bezos, el dueño de Amazon, no disponía de los derechos necesarios para haberlas vendido. ¿Qué pensaría Eric Arthur Blair de todo esto? Independientemente de la anécdota, el fondo del caso nos recuerda la sutil condición de los derechos de propiedad intelectual, especialmente cuando no están ligados con un objeto impreso, con un libro editado y comercializado como una publicación venal.

El suceso ha servido, entre otras cosas, para que empiecen a suscitarse dudas más generales sobre el sistema que pretende implantar Amazon. Es obvio que la existencia de conexión entre el dispositivo lector y la biblioteca de textos soluciona una serie de problemas, pero, sin duda alguna, plantea otros. Seguramente Amazon piensa que el cierre de su circuito tiene grandes ventajas comerciales, lo que parece muy claro, al menos a corto y medio plazo, pero ¿no está Amazon coartando en cierto modo las libertades de sus usuarios? Lo que ha hecho con los textos de Orwell es muy discutible, como lo es en general que Amazon pueda recuperar el control sobre los textos que ha vendido.

Todo esto está muy verde, no cabe duda, pero es bueno que se empiecen a suscitar cuestiones constitucionales, además de las numerosas dudas de tipo mercantil que traen en vilo a los viejos editores.

[Publicado en adiosgutemberg.com]

Libros, teléfonos y sudokus

Google y Amazon han anunciado casi al tiempo que ofrecerán libros para su descargaen teléfonos móviles. Enseguida me ha venido a la cabeza le petición que hizo una periodista televisiva a un escritor que le pidió recitar uno de sus sonetos: “Si, por favor, pero que sea cortito”. Claro que puede que los Guinnes de los records se pongan a buscar al que lea en menos tiempo, por ejemplo, La montaña mágica y haya aglomeraciones para bajarla, pero no lo veo claro.

Leer un libro corriente, de unas 150 o 200 páginas, en la pantalla de un móvil, por generosa que sea, debiera estar prohibió por la OMS, sector cuidado de la vista.  Otra cosa es ese modelo de cuento brevísimo que al parecer hace furor en Japón, y cosas así. Los que tenemos que trabajar leyendo en  el PC ya sufrimos bastante con el movimiento imperceptible pero cierto de la pantalla como para aficionarnos a leer con gusto en una todavía más pequeña. Para eso están los dispositivos con pantalla de tecnología de tinta de imprenta que son excelentes, y que serán mejores todavía cuando permitan tomar notas y reproducir colores, aunque eso sea irrelevante para la mayoría de los libros.

La pantalla convencional del PC es, de momento, un útil extraordinario aunque un poco molesto y con tendencia a cansar la vista tras horas de trabajo, pero para leer por gusto, la verdad es que no acaba de ser atractiva. Si se me permite la broma, hay una cosa en la que es infinitamente mejor que cualquier papel: para jugar al sudoku, que es otro de mis vicios. Ya puestos, a ver si algún amable e ignoto lector me resuelve un problema.  No tengo ninguna dificultad para acometer el Sudoku difícil del New York Times, que es el que más me gusta y el que me parece más completo, si uso Firefox, pero si uso Chrome, que es mi preferido, entonces no hay manera de bajarlo, aunque, para mi asombro, sí puedo conseguir el fácil, pero no el intermedio ni el difícil. ¿Suponen en Chrome que sus usuarios no somos capaces de afrontar el difícil? No lo creo, pero no tengo ni la más ligera idea de qué demonios me impide batir al difícil en la pantalla de Chrome. ¿Alguien sabe algo?

[Publicado en Cultura digital]