Coming Up for Air

[El gran jefe Seattle, según aparece en

Nuestro simpático presidente ha dado la nota en la cumbre copenhaguesca. Se ha sentido aventado, le ha dado un aire, aunque no se ha airado, porque el viento no ha podido con su talante. Como resulta imposible no repetir cualquiera de las cosas que se han dicho sobre su chusca intervención, gastaré unas líneas en trazar una interpretación más benigna. Me parece que ZP creía estar comentando al indio Seattle; da igual, porque, aunque yo encuentre más concomitancias con una historia de Orwell, es muy probable que no conociese directamente ninguna de las dos posibles fuentes.

Nuestro líder es una especie de letraferit, aunque me temo que en versión de usuario de servicios de un Speechwriter, una especie de poeta de guardia convencido de que, como decía José Antonio Primo de Rivera, aunque seguramente ni ZP ni su Speechwriter lo sepan, a los pueblos los mueven los poetas. En estas estábamos cuando nuestro presidente se sentía agobiado con el egoísmo universal y necesitado de decir algo; estaba como sin aire, y resolvió subir a por aire, como en el título de la novela de George Orwell que, aunque denunció el totalitarismo, todavía puede ser citado sin desdoro por un progre.

En Coming up for Air, Orwell nos cuenta la historia de un hombre que se ahoga con un futuro incierto y recurre a refugiarse en su infancia, en los recuerdos. Esta es también, me parece, la clave de la memoria histórica, otro invento zapateril de gran consumo. El viento que enloquece a los más le sirve a ZP para encaramarse a la lírica. En esa tesitura nos suelta sus sermones y hay que ser muy malvado o muy cínico para no resultar conmovido.

Algunos desalmados han dicho sentir vergüenza por esta salida lírica del dirigente de izquierdas, como si la izquierda hubiere de renunciar al dulce consuelo de la sensibilidad herida para ser, simplemente, una especie de ciencia. ZP ha superado hace mucho esa falsa disyuntiva, y practica una especie de marxismo-ecologismo-literario y cañí que no le está dando malos resultados.

Hay una tercera referencia literaria implícita en el discurso zapateresco, un eco que nos remite, nada menos, que a Shakespeare y a Marx, a esa frase sapientísima, que se insinúa en La tempestad de Shakespeare, y que califica al capitalismo en el Manifiesto comunista de Marx, según la cual, “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Este Zapatero, erudito por cuenta ajena y gesticulante por virtud propia, que es capaz de mezclar en apenas cinco palabras parejo caudal de sabiduría, es también capaz de transformar el viento de la locura en una suave brisa poética, ese es su carisma más envidiado, y, por ello, es una voz única que hay que saber escuchar con silencio reverencial porque, de lo contrario, vuelve a recordarnos a Fray Gerundio.

Hay que saber leer a Zapatero. Es una especie de Quijote resabiado que no se enfrenta con los leones (lo prohíbe su religión de la tierra y el viento), pero no porque le asusten, sino porque cree más educativo salir corriendo. Es una lección que el mundo entero debiera aprender, y, además, deprisa. Tal vez no salgamos de la recesión, pero no se podrá negar que vamos mejor que nadie en retórica barroca.

Ésta, pese a que les duela a algunos, es mercancía que les gusta mucho a todos los que piensan que, si son ignorantes, lo son a su pesar. Es una retórica que tiene su público, así que no se olvide que el presi es un cuco que no da puntada sin hilo.