Jose Mourinho

Si el fútbol lo jugasen los entrenadores, el Real Madrid de Mourinho habría ganado ayer muy justamente al Barça de Guardiola. Pero el fútbol lo juegan los jugadores, y, ahí, el Barça le lleva al Real Madrid una ventaja algo más que ligera. Lo que el Real Madrid puede hacer, lo hizo ayer, bastante bien, y, si el Real Madrid estuviese bien dirigido, habría que dejar que Mourinho diseñase una nueva plantilla para los próximos años, y eso supondría que la hegemonía del Barça excepcional que ahora conocemos se acercare   indefectiblemente a su final. El balonazo de Messi hacia las gradas blancas, fue el grito de impotencia de ese Barça desconcertado que no supo hacer efectiva su superioridad, entre otras cosas, porque Guardiola, que es muy bueno, no lo es tanto como Mourinho. Si Mourinho dispusiese de algunos de los cracks que el Barça tiene, la cosa no tendría color.
No soy ningún forofo de Mourniho, simplemente señalo que el fútbol es un juego colectivo y que eso  o lo organiza un entrenador que se sepa su oficio, o no funciona, desde luego no funciona a base de chequera. 
Bueno, no quiero cansar, pero no querría dejar de reconocer que Mourinho tiene toda, absolutamente toda, la razón en su actitud frente a los periodistas y los medios que no se dignaron escuchar a Aitor Karanka, un tipo estupendo, con tres copas de Europa, en color, a sus espaldas, y al que los plumillas que viven de lo que les sobra a jugadores como Karanka dejaron plantado en la rueda de prensa anterior al partido primero de esta cuarteta apasionante que nos espera. 

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Más sobre el fútbol

Este post es una respuesta ampliada al comentario de Juan en mi post anterior sobre el fútbol. Juan dice que el fútbol es “una pasión que ha venido a sustituir el instinto guerrero, conquistador y dominador de nuestra especie”, lo que “podría explicar también otra peculiaridad de la pasión mundial por el fútbol, y es que sea Estados Unidos, la superpotencia bélica, el último resquicio del planeta que parece no haber sucumbido del todo al encanto del fútbol”. Bien visto por Juan; se trata, sin duda, de una de las razones. Yo creo, sin embargo, que hay mucho más. En particular, me parece que el fútbol tiene muchas de las propiedades que se supone debiera tener el teatro, “de la vida un traslado” que decía Tirso, porque es un remedo de la vida, y un espectáculo que no se entiende del todo sin pasión, sin formar parte del asunto, que es lo que nos pasa cuando vivimos. Se parece a la vida en que es largo y breve a la vez, en que pasa por etapas completamente distintas, en que no hay nada seguro. A pesar del Barça, ahora tan crecido, no puede haber en el fútbol alguien que siempre gane a enemigos de cierto nivel, como sí ocurre en otros deportes: Federer o Woods, por poner ejemplos obvios, siempre ganarán a un principiante, cosa que en el fútbol puede fallar. El fútbol, también se asemeja a la vida, en que vive en un continuo mercadeo, en que el azar juega un papel determinante, en que hay que cooperar, es un deporte de equipo, por más que nos fijemos en los galácticos, en que, pese a las apariencias y a a los periódicos, en realidad, nadie es más que nadie.

El fútbol, como la vida, da mucho que hablar, porque cada segundo está preñado de posibilidades, aunque casi siempre queden en nada. A diferencia de otros espectáculos, como el toreo, en el que el coeficiente de subjetividad es alarmantemente alto, con perdón de mis amigos entendidos, que algunos tengo, en el fútbol hay un nivel muy alto de técnica y de objetividad. También pasa con la vida, que se parece más a un partido que a cualquier corrida. No es lo mismo darle al balón así que de otro modo, de la misma manera que no es lo mismo hacer algo hoy que hacerlo mañana: los resultados cambian.

A mí me parece que eso es lo que ha hecho que el fútbol haya podido llegar a ser tan importante, tan popular: es filosofía para princesas, sabiduría sin llanto, metafísica en vena. Todo lo cual quiere decir que también es, a veces, un insoportable pasatiempo.

Lo decisivo no es que ahora sea lo que evidentemente es, una especie de religión universal, sino que haya podido llegar a serlo, a ocupar un lugar que el resto de deportes no acaba de ocupar. De ninguna manera me parece que la clave de su éxito pueda estar en su supuesta vulgaridad. Conforme al dicho popular, algo tiene el agua, cuando la bendicen.