Día de reflexión

Contra lo que se suele creer, cuando realmente hay que reflexionar es cuando se conocen los datos de unas elecciones. Yo me alegro de haberme equivocado, porque el panorama de los resultados es más agradable que el de mis previsiones personales.
El PP ha obtenido unos resultados mejores que los que yo suponía, especialmente en Castilla la Mancha, que era una asignatura bastante difícil, en Cantabria y en Extremadura, con una ventaja sustancialmente superior a la del 1995, unas elecciones en que el cambio a nivel nacional se suponía hecho, como ahora, más o menos. El PP obtuvo 7.820.392 votos, el 35,27% en 1995, mientras que en 2011 ha obtenido 8.474.031 votos, es decir, el 37,5% lo que representa un meritorio ascenso de 2,23 puntos porcentuales, que unidos a los 3,05 puntos que pierde el PSOE muestra la magnitud de la derrota socialista, que, además, se agranda si lo comparamos con los datos de 2007, más cercanos. Así pues, el PP está tan cerca de ganar en las generales como lo estuvo en 1995, pero nadie debería olvidar lo sorprendentemente escasa que resultó la victoria del 96, de manera que mucho ojito con los excesos de optimismo, que son malos consejeros. 
No me he equivocado respecto a lo que sucedería en Madrid, ciudad que anota una clara diferencia entre el voto al alcalde y el voto a la presidenta, que saca en la capital casi un 6% más de votos populares que  el señor Ruiz Gallardón. La gente del PP  prefiere claramente a quien dice lo que piensa que a quien hace lo que se le ocurre,  y gasta como si fuésemos nuevos ricos. El Estado Mayor del PP debería tomar nota.
También acerté al suponer que el PSOE sufriría un serio descalabro que no iría integramente al PP, aunque el PP haya crecido a nivel nacional, mostrando muy ligeros retrocesos allí dónde su hegemonía es clara.
Me equivoqué, y me alegro mucho, al valorar la mejora de  UPyD que es bastante espectacular y muy esperanzadora porque podría convertirse en una fuerza que desactive la manía de confundir la política con el denuesto del contrario, lo que sería muy beneficioso para todos.
Si los que tiene que acertar no se equivocan gravemente, ya se ve que es fácil, hoy puede empezar una etapa mejor en nuestra deteriorada vida política. Espero que así sea. 

Análisis fino

Hoy es un día en el que hay que esperar con mucha tranquilidad a los resultados electorales, y tratar de escudriñar, en esa verdadera encuesta que son los resultados, cuál es el estado de ánimo de los españoles, más allá de la indignación de quienes se movilizan, con todo derecho, y gracias a la libertad de la que gozamos, cosa que no ocurre en África, pese a la comparación tan poco afortunada que inició Felipe González uno de esos días que no estaba fino,  para decir que esto no les gusta.
Como la política es un ejercicio de riesgo, diré lo que creo que sucederá, para darme el gustazo de acertar, muy improbable, o de rectificar, lo que será lo normal. A partir de mañana habrá que hacer, si se puede, ese análisis fino, pero hoy podemos darnos el gustazo de hacer como si entendiéramos lo que pasa, sabiendo muy bien lo merecidamente desprestigiado que está el oficio de profeta, sobre todo si, como en mi caso, se profetiza de memoria.
Creo que ganará el PP, pero sin una ventaja sustancialmente superior a la del 1995, unas elecciones en que el cambio a nivel nacional se suponía hecho, como ahora, más o menos. Creo, lamentablemente,  que el PP no conseguirá sus objetivos más buscados, es decir, que no ganará en Castilla la Mancha, y que quedará bastante deslucido en lugares como Extremadura, Asturias, Cantabria y Navarra. Espero que mejore mucho, e incluso gane, en Aragón, donde se ha hecho una campaña inteligente y la candidata es del lugar, adecuada, trabajadora y seria.
Quienes me conocen saben bien que me gustaría equivocarme, que desearía un triunfo tremendamente nítido del PP, porque eso, hoy por hoy, es lo mejor que le podría pasar a la sociedad española, pero me temo que no vaya a ser así, no lo veo claro y estoy harto de que la política se confunda con la formulación de deseos sin mayor base. Imagino que en Madrid se notará un cierto desnivel entre el voto a Esperanza Aguirre y al alcalde madrileño, pero habrá que verlo.
Creo que el PSOE va a sufrir, en cualquier caso, un serio descalabro en los sitios de mayor importancia y que su distancia con el PP se deberá más a su caída que al alza del contrario. Creo que UPyD mejorará algo, pero no mucho, y tampoco espero grandes sobresaltos con el voto de IU que, en teoría, debiera ser la más favorecida por las movilizaciones de los indignados.
Bueno, se trata de un ejercicio de prospectiva, sin ningún afán de influir en nadie, no vaya a ser que la Junta Electoral me meta mano por pensar a deshora. 


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Los socialistas y Madrid

Estos días, la prensa se llena de ecos que recogen la intención que tiene Rodríguez Zapatero de renovar la cabeza de los socialistas madrileños, de modo que el aparente titular, Tomás Gómez, debería ir pensando en hacer las maletas, porque es muy poco probable que el expeditivo método que sirvió para hacerle llegar a la cabeza del PSOE en Madrid no vaya a ser capaz de desplazarle en un santiamén.
Se mire como se mire, este tipo de noticias nos recuerdan inevitablemente algunas de las muchas fallas de nuestro sistema de partidos. Es una gran paradoja que Madrid, que vio nacer el PSOE, no tenga fuerza alguna en el conjunto del partido, y que sus líderes puedan ser de quita y pon. Por detrás de este hecho hay varias realidades sociológicas en las que no siempre se repara.
La primera de ellas tiene que ver con el hecho de que Madrid se ha provincializado, ha dejado de ser la capital de un estado muy centralizado para convertirse en uno más en la mesa de los repartos. Pese a que los políticos de la periferia protesten en contra, la realidad es que Madrid ha perdido peso político en el conjunto de España; además, los madrileños con vocación política tienden a dedicarse a tareas nacionales o de aparato, porque en Madrid no hay una conciencia diferencial específica, y salvo los que bajean en exceso , siempre atentos a las comisiones y corrupciones, los políticos de Madrid han tendido a ser políticos nacionales, aunque eso tampoco se lleve mucho ahora.
El segundo hecho decisivo para entender la situación de los socialistas madrileños es de carácter electoral. Uno de los cambios electorales más importantes de la democracia se dio tan tarde como a mediados de los noventa, la primera vez que se modificaba el mapa electoral vigente desde la segunda república, gracias al triunfo conservador en dos regiones que habían sido feudo de la izquierda, Madrid y Valencia. Desde ese mismo momento, los socialistas madrileños, y los valencianos, empezaron a verse no como locomotoras, sino como lastres.
La tercera consideración que hay que tener en cuenta es que, si cualquier partido tiene más dificultades para ganar las elecciones allí donde no gobierna, las dificultades del PSOE son mucho mayores porque, privados de la máquina de repartir, sus promesas suelen resultar menos creíbles y atractivas.
¿Por qué el PSOE sigue siendo tan fuerte a nivel nacional, pese a la debilidad de Madrid? Creo que la mejor manera de entender esta cuestión es la inversa: ¿por qué el PSOE no puede conseguir en Madrid lo que logra con tanta facilidad en el conjunto de España? Para entenderlo, hagamos lo que llaman los alemanes un experimento mental, imaginemos a un ZP que no pudiese manejar políticas de estado, que no pudiese mover estatutos, agitar sentimientos de desestima o de emulación, alterar reglas básicas del juego político, etc. Ese ZP se convertiría en un Tomás Gómez o en una Trinidad Jiménez sin apenas nada que ofrecer porque, además, el jefe de filas nacional, le habría dejado sin espacio programático alguno. No tienen ni tendrán la amplitud presupuestaria para gastar que ha tenido el falso leonés, ni pueden hacer ninguna promesa sustantiva a los madrileños que no les suene a chufla.
En cambio, el PP ha sabido sacar ventajas de su situación de relativa debilidad nacional; en primer lugar ha hecho transformaciones espectaculares de Madrid en infraestructuras, en transportes, en sanidad y en educación. Además se ha dotado de liderazgos reconocibles y perfectamente nítidos que, para más morbo, dan siempre una cierta tentación de contar mucho a nivel nacional. Dicho de otro modo, el precio que tendría que pagar un líder del PP para sustituir a Esperanza Aguirre sería seguramente inasumible.
Las actitudes políticas de Esperanza Aguirre resultan abrasivas para esa izquierda, que todavía tiende a pensar en Madrid como finca propia, pero muy atractivas para los conservadores, para los liberales y para muchos electores no adscritos, de manera que resulta quimérico que ZP pretenda hacerle frente meramente a base de un supuesto glamour político de alguna de sus ministras más vistosas.
El PSOE de Madrid ha llegado al final de su ciclo político, y no resurgirá de sus cenizas mientras no se refunde políticamente, mientras no limpie completamente una imagen muy dañada por temas urbanísticos, mientras no se atreva a formular políticas adecuadas a la situación real de los madrileños, dejándose de manejar malas quimeras y datos falsos e insignificantes, mientras se limite a medirse con el adversario sin empezar a pensar en términos de lo que debiera ser. Ya sé que eso es muy difícil, pero en tal consiste, justamente, la política. Lo que quiere hacer Zapatero se llama cesarismo, una asignatura en la que se le pudiera poner un notable alto, si nos olvidásemos de los resultados de sus maniobras, pero no es nada que tenga que ver con la democracia ni, seguramente, con el éxito electoral en una sociedad que ya no se chupa el dedo.