La mentira como sistema


Las revelaciones que ahora están poniendo de manifiesto, con toda clase de detalles, las persistentes y groseras mentiras con las que Zapatero y su Gobierno pretendieron ocultar a la opinión pública los detalles más vergonzosos de su negociación con los etarras, e incluso la mera existencia de cualquier clase de contactos, subrayan también  el cinismo hipócrita con el que se atrevían a acusar al PP de no apoyar un proceso que no consistía en otra cosa que en una  incomprensible, vergonzosa e insostenible claudicación ante los terroristas.
La verdad se ha acabado sabiendo con todo lujo de detalles, tal vez porque se estima que ya no puede hacer más daño a los intereses      electorales del PSOE; esta es, sin embargo una pretensión con muy escaso fundamento, porque va a ser muy difícil que los españoles olviden hasta qué punto Zapatero y sus adláteres, desde Jesús Eguiguren hasta Alfredo Pérez Rubalcaba, han pretendido engañarnos a todos, tomándonos el pelo de manera miserable al representar una mala comedia de enredo haciendo ver sus supuestas discrepancias y distintas sensibilidades.
La única pretensión de ese burdo teatro era  hacer más tolerable lo que nadie medianamente digno podría consentir, la supuesta conversión de criminales en ciudadanos falsamente pacíficos, la continuación del terror mediante otros procedimientos, en fin,  nada que se parezca en absoluto a lo único que una democracia que se respete debiera perseguir, y  había perseguido en efecto hasta que Zapatero traicionó el pacto antiterrorista al reunirse con los etarras al mismo tiempo que lo firmaba con Aznar, la derrota de los terroristas y el establecimiento de una auténtica libertad política en el País Vasco. Los resultados de esa traición a los principios de la democracia y a los intereses nacionales están bien a la vista, sin que el PSOE, por cierto, haya podido conseguir el menor rédito electoral de tan enorme error político, de algo que no se aparta mucho de lo que pueda considerarse una traición a los más altos intereses de la patria y del estado.
También en esto el legado que el PSOE le entrega al Partido Popular constituye una herencia envenenada. Nunca es tarde, sin embargo, para volver a hacer las cosas bien, especialmente porque los españoles no dejan de expresar tanto en las encuestas como en su voto, y en toda suerte de manifestaciones,  su rechazo mayoritario  a las falsas soluciones del terrorismo, su desconfianza completa en los apaños con una ETA tan mentirosa como criminal, y su oposición a las medidas de gracia inmerecidas con terroristas que ni se arrepienten de sus fechorías, ni entregan las armas, ni están dispuestos a ninguna forma de democracia que pueda significar que no se haga exacta y minuciosamente cuanto ellos quieren.
La mentira obtiene siempre frutos amargos. Es bastante sarcástico que quienes llegaron al gobierno acusando a sus rivales de mentirosos se despidan de su mandato en medio de una prueba tan resonante y espectacular de sus propias mentiras sistemáticas. La explicación es, por desgracia, bastante simple. Zapatero y los suyos han creído que podrían engañar a todos y siempre, que podrían salir indemnes de tanto embuste. No ha sido así. Los electores  los han despedido en buena hora, pero ahora tendremos que administrar con pulso firme y claridad de ideas las nefastas consecuencias de una política no solo mentirosa sino estúpida, supuestamente inspirada en esas pretenciosas buenas intenciones con las que están pavimentados todos los infiernos. 
El reino de las apps

Rubalcaba lo hace mejor que Montoro

Como decíamos ayer, Montoro dijo dos tonterías, pero al menos no mintió descaradamente, se limitó a usar un lenguaje idiota para hacer ver que algo le gustaba poco. Rubalcaba ha mejorado el registro, pero, además, ha mentido, lo que no creo que les extrañe mucho. Tonterías de Rubalcaba: para reducir el gasto público, vamos a quitar las diputaciones y vamos a subir los impuestos a los ricos. Nosotros, los de APR, no vamos a tocar ni la sanidad ni la educación, eso lo hacen otros (nótese la sutilísima alusión al maligno). Son tonterías porque ninguna de las dos medidas afectan, ni de lejos, al fondo del problema, pero constituyen, además, una mentira porque ni lo van a hacer, ni, de poder hacerlo, que no podrán porque van a perder, dejarían de hacer también algo de lo que los otros tendrán que hacer.
Los otros ya llevan su penitencia en negar los recortes como si se tratara de las penas del infierno: ahí tienen una huelga de profesores, no se bien si por melindrosos o por tontos.