Tal vez por estar leyendo El peso del pesimismo de Rafael Núñez Florencio , caigo con más facilidad en la cuenta de que, en realidad, desconozco con precisión los perfiles del conflicto que enfrenta a los controladores con José Blanco, y, por ende, con el gobierno. He leído para tratar de informarme alguno de los blogs de controladores que existen y las opiniones de expertos sobre la legalidad de las medidas del gobierno. He de reconocer, de entrada, que mi prejuicio frente a los controladores es muy grande y que esas lecturas apenas han hecho que disminuya. Pero me parece que deberíamos empezar a considerar con cierta calma los perfiles más precisos del problema y, entre otros, el margen de pura maniobra política que el gobierno ha introducido en este conflicto tan resonante, con gran falta de sentido de la responsabilidad, por cierto.
Aunque no me atreva a decir cosas más contundentes, si me atrevo a insistir en que una parte importante de la responsabilidad de todo este desdichado asunto está en el conjunto de la clase política, y, muy especialmente, en la izquierda, que se ha negado hasta ahora a hacer una ley de huelga como es debido. La consecuencia es que los sindicalistas son señores de la horca, sin regla alguna que contravenga sus designios cuando consiguen poner a personal en guerra. Y eso no puede ser, no debería pasar ni un minuto antes de que se iniciase una ley que serviría para medirle las costillas a esta democracia demediada e hipócrita en que vivimos.