Huelgas

Existe el derecho de huelga, pero, curiosamente, está sin regular. Este hecho impide que se vea con claridad lo que está pasando con muchas huelgas, a saber que en lugar de ser instrumentos de defensa de de los débiles frente a los poderosos, y sobre todo en el caso del sector público, se han convertido, por supuesto que no todas ni siempre, en formas de defender los privilegios de los pocos y bien organizados frente a la mayoría de los ingenuos paganos. Así el derecho a la sanidad se puede convertir en el derecho de  los profesionales del sector público a mantener privilegios, que de conocerse nadie aprobaría, y así sucesivamente, en la enseñanza, la universidad o las televisiones públicas. Lo que, desde luego, no quiere decir que acierten siempre los gobiernos, pero eso ya lo sabemos y lo que yo subrayo es lo que tiende a olvidarse, y a ocultarse. Necesitamos una ley de huelga con urgencia. 

Los sindicatos

No hay duda de que los trabajadores tienen derecho a defenderse, tenemos derecho a defendernos, pero  es lamentable ver cómo ese derecho se transforma en una inagotable capacidad de abusar. Ahora mismo hay dos ejemplos en la calle: los pilotos de Iberia que con la bella excusa de que la pérfida Albión quiere acabar con la compañía están dispuestos a no ceder ni un palmo de sus privilegios, en un negocio cada vez más competitivo, y puede que hasta engañen al Gobierno en la pelea, dada su inagotable capacidad para meterse en charcos; otro ejemplo, los de Telemadrid, defendiendo bravamente un trabajo de 1.300 personas, que pagamos todos a tocateja y con intereses, para una cadena que no ve casi nadie y que se hace con cinco veces más personal que una privada, pero es que son de izquierda, y no como los pilotos que son muy malos. Que no exista una ley de huelga es lo que demuestra que la democracia española es débil con los poderosos, con la ETA, con los nacionalistas y con los sindicatos, con todos los que se organizan bien y son aguerridos: unos pocos bien organizados y a sacarles el bandujo a los más, que no se enteran. 
Trampas tarifarias

Lo que el escándalo esconde

Tal vez por estar leyendo El peso del pesimismo de Rafael Núñez Florencio , caigo con más facilidad en la cuenta de que, en realidad, desconozco con precisión los perfiles del conflicto que enfrenta a los controladores con José Blanco, y, por ende, con el gobierno. He leído para tratar de informarme alguno de los blogs de controladores que existen y las opiniones de expertos sobre la legalidad de las medidas del gobierno. He de reconocer, de entrada, que mi prejuicio frente a los controladores es muy grande y que esas lecturas apenas han hecho que disminuya. Pero me parece que deberíamos empezar a considerar con cierta calma los perfiles más precisos del problema y, entre otros, el margen de pura maniobra política que el gobierno ha introducido en este conflicto tan resonante, con gran falta de sentido de la responsabilidad, por cierto.
Aunque no me atreva a decir cosas más contundentes, si me atrevo a insistir en que una parte importante de la responsabilidad de todo este desdichado asunto está en el conjunto de la clase política, y, muy especialmente, en la izquierda, que se ha negado hasta ahora a hacer una ley de huelga como es debido. La consecuencia es que los sindicalistas son señores de la horca, sin regla alguna que contravenga sus designios cuando consiguen poner a personal en guerra. Y eso no puede ser, no debería pasar ni un minuto antes de que se iniciase una ley que serviría para medirle las costillas a esta democracia demediada e hipócrita en que vivimos.