Se trata de un lugar común: por todas partes se oye despotricar contra la clase política, y se le atribuye, toda especie de males, presentes y futuros. Creo que se trata de un error de perspectiva, y de una salida en falso. No diré yo que tengamos una clase política admirable: tenemos lo que nos merecemos, lo que hemos escogido, lo que cada vez que hay elecciones volvemos a elegir. Nos negamos a ver que los defectos de ese tipo de personas son, precisamente, los nuestros, y que no habrá ninguna posibilidad de conseguir una España mejor esperando simplemente que mejore la calidad moral, técnica y personal de quienes nos representan con tanta pericia y fidelidad a nuestros peores hábitos. Somos los ciudadanos quienes tenemos que mejorar, que ser más exigentes, más críticos, más valientes, más inteligentes. Eso está en nuestras manos y, cuando lo persigamos, y, en alguna medida, lo logremos, se notará automáticamente una mejora de la calidad de quienes nos representen.
No tenemos derecho, en realidad, a reprocharles que hagan exactamente lo que nosotros hacemos: mentir, exagerar, disimular, hurtar el bulto, aprovecharnos de las circunstancias sin la menor exigencia moral, etc. Insisto, no defiendo a los políticos, lo que propugno es que nos demos cuenta de que eso que vemos en ellos es un espejo de quienes somos, y que actuemos en consecuencia.