El saqueo de España

Ante el descomunal castigo electoral que les ha infligido el pueblo español, los ministros del Gobierno han reaccionado con más codicia que pena, y han decidido aprovechar los últimos días de su precario mandato para quedar tan bien como puedan con sus fieles y amigos, que, aunque pocos, se enfrentan a una etapa muy dura, lejos del cariño y el afecto que les ha prestado un gobierno tan amable con los suyos. Nada habría que objetar a este cariño hacia lo propio, si no fuera que se paga con el dinero de todos, y ante una duradera época de vacas flacas. El gobierno piensa llevar su solidaridad hasta el mismísimo día de la investidura, seguramente consciente de que van a tardar mucho tiempo en verse ante una oportunidad como la que han tenido y han acabado por malbaratar por su insolvencia y su sectarismo. Llama poderosamente la atención la enorme suma de dinero, de un dinero que, en realidad, no tenemos, que el Gobierno está dispensando en estos últimos días a sindicatos, fundaciones y organizaciones afines, a entidades cuyas siglas no se molestan ni en disimular su carácter de iniciativas oportunistas y aprovechadas.
El gobierno sigue erre que erre con la memoria histórica, dando estupendas ayudas a unas asociaciones de baratillo que le han hecho la ola durante estos años, por cierto que  sin ningún beneficio político visible, a precios de auténtico escándalo. Produce sonrojo la lectura de los títulos que exhiben esas asociaciones para quedarse con nuestro dinero, es un puro disparate y un auténtico descaro este reparto de sopa boba a entidades que no son otra cosa que listillos dispuestos a firmar unos recibos, y a gastarlo en lo que mejor les venga, aunque sea en comilonas como la viguesa para agasajar la presencia del ministro de las gasolineras.
El frente internacional tampoco se priva de las dádivas de la alianza de civilizaciones: Exteriores ha dejado caer un maná de nada menos que 100 millones de euros sobre las más insólitas iniciativas de los escasos personajes que les hacen algún caso, aunque con esas ayudas bien podrían convertir a Zapatero en un auténtico mito de los oprimidos del mundo. Estas acciones no solo significan tirar el dinero de nuestros impuestos, sino que comprometen la continuidad de la ayuda de España en el próximo futuro, es decir que estos socialistas no solo quieren gastarse lo que no tienen, sino lo que tampoco tendrá el próximo Gobierno.
Un gobierno en funciones debería suspender de manera inmediata este rosario de adjudicaciones, y, si no se siente inclinado a hacerlo por respeto a la mera decencia, debería pararse a pensar en los recortes que ha debido hacer, a costa de funcionarios y de pobres pensionistas. Solo alguien dotado de un imperturbable sentido del cinismo puede sostener que el pago de esas ayudas constituya una obligación del Estado. Parece mentira que haya socialistas que no comprendan que ha sido precisamente esa insolidaridad real con los españoles que pagan sus impuestos, y apechugan con la crisis que el Gobierno y el PSOE negaron primero, y agravaron después, lo que ha privado al partido de unos cuantos millones de votos. Poca perdida es si se mira a la luz de las desvergüenzas que siguen perpetrando.
El PP debería exigir que cesen estas fechorías, que a la vista de los sacrificios  que habremos de soportar todos, se acabe  con esta feria del reparto, con el  indecente saqueo de unas arcas que se han vaciado con su incompetencia y que pretenden seguir explotando hasta el último minuto, como si la cosa no fuese con ellos.


El despilfarro de las publicaciones oficiales

Ayer y hoy he recibido sendas publicaciones oficiales lujosamente editadas en papel. Como casi todas las de ese género son regalos del editor, el organismo público correspondiente. No creo que exista ningún comprador de esa clase de libros, normalmente muy difíciles de encontrar, pese a lo que, en su caso, puedan valer.
El paquete que ayer me llegó contiene una decena de textos de un gran valor cultural, pero la forma de edición de estas obras las condena a la inexistencia intelectual, es decir se ha gastado un buen dineral para nada. El que me han dado hoy tras una reunión, es igualmente valioso, pero de, como los de ayer, ha nacido muerto de las prensas, como dijo Hume de su Tratado, aunque es obvio que se equivocaba.
¿Cuánto tardarán nuestros organismo oficiales en comprender que ya no tiene sentido ninguno esa clase de publicaciones? De manera mucho más barata y eficiente se podrían poner a la venta, o a la descarga gratuita, en la red, de forma que el esfuerzo que hay detrás de cada uno de esos trabajos no quede estéril.
La pereza intelectual de nuestros poderes públicos consiente este despilfarro escandaloso. Supongo que también habrá quienes lo vean como una forma de protección del libro y tal y cual, pero yo he visto sótanos atiborrados de publicaciones que nadie abrirá jamás, cruelmente condenadas al limbo. Yo creo que se trata, pura y simplemente, de uno de tantos disparates que se cometen al buen tun-tun con la pólvora del Rey, es decir con nuestros impuestos.

La casa por la ventana

Ayer publicaba José Luis Rodríguez Zapatero en El País, una “Carta abierta a los maestros”, pésimamente escrita, como ha señalado Arcadi Espada, y creo que ha sido muy benevolente, en la que se muestra con absoluta claridad que el presidente no piensa dejar que las noticias le estropeen la propaganda. Es un artículo que le ha debido parecer, a la vez, emotivo y sesudo, a nuestro líder, un improvisador nato que no está dispuesto a consentir que Aguirre enarbole la bandera de que la educación importa. ¡Hasta ahí podíamos llegar… que se pueda creer que el aprecio y la defensa de los maestros es una cosa liberal y de derechas!

Como nuestro presidente, además de hablar, es muy capaz de hacer varias cosas al tiempo, ha debido pensar que el articulito le vendría bien para disimular un poco el recorte desproporcionado e irresponsable de las ayudas a la investigación; este tiernísimo arrebato pedagógico, le permitirá seguir perorando sobre que el desarrollo científico y tecnológico es la clave para la nueva economía sostenible que propugna; seguramente piensa que si la gente se da cuenta de lo mucho que aprecia a los maestros, llevarán con mayor resignación los recortes que les afectan. También puede ser que el presidente crea que la educación y la investigación no tienen nada que ver, porque, en realidad, para él nada tiene que ver con nada, a no ser que convenga lo contrario.

Si los españoles tuviesen la costumbre de analizar lo que se les dice, habrían podido ver en La Razón, un análisis del dinero que el Gobierno se va a gastar en su boato, una modesta partida que no ha sufrido ningún recorte. No habrá dinero para investigar, ni para defender a los barcos españoles de unos piratas de tres al cuarto, pero sí lo habrá, y en abundancia, para que la Vice pueda presumir de fondo de armario, y para cubrir otras necesidades igual de perentorias e inaplazables. Aquí no importa tirar la casa por la ventana, seguramente porque ZP pensará que esos gastos suntuarios se hacen en beneficio de los más humildes, para que los pobres no tengan que pasar vergüenza a causa del mal aspecto de los ministros y las ministras, que ya se sabe que es un corte que puedan tener mala presencia y desanimar a los suyos.