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Ayer publicaba José Luis Rodríguez Zapatero en El País, una “Carta abierta a los maestros”, pésimamente escrita, como ha señalado Arcadi Espada, y creo que ha sido muy benevolente, en la que se muestra con absoluta claridad que el presidente no piensa dejar que las noticias le estropeen la propaganda. Es un artículo que le ha debido parecer, a la vez, emotivo y sesudo, a nuestro líder, un improvisador nato que no está dispuesto a consentir que Aguirre enarbole la bandera de que la educación importa. ¡Hasta ahí podíamos llegar… que se pueda creer que el aprecio y la defensa de los maestros es una cosa liberal y de derechas!
Como nuestro presidente, además de hablar, es muy capaz de hacer varias cosas al tiempo, ha debido pensar que el articulito le vendría bien para disimular un poco el recorte desproporcionado e irresponsable de las ayudas a la investigación; este tiernísimo arrebato pedagógico, le permitirá seguir perorando sobre que el desarrollo científico y tecnológico es la clave para la nueva economía sostenible que propugna; seguramente piensa que si la gente se da cuenta de lo mucho que aprecia a los maestros, llevarán con mayor resignación los recortes que les afectan. También puede ser que el presidente crea que la educación y la investigación no tienen nada que ver, porque, en realidad, para él nada tiene que ver con nada, a no ser que convenga lo contrario.
Si los españoles tuviesen la costumbre de analizar lo que se les dice, habrían podido ver en La Razón, un análisis del dinero que el Gobierno se va a gastar en su boato, una modesta partida que no ha sufrido ningún recorte. No habrá dinero para investigar, ni para defender a los barcos españoles de unos piratas de tres al cuarto, pero sí lo habrá, y en abundancia, para que la Vice pueda presumir de fondo de armario, y para cubrir otras necesidades igual de perentorias e inaplazables. Aquí no importa tirar la casa por la ventana, seguramente porque ZP pensará que esos gastos suntuarios se hacen en beneficio de los más humildes, para que los pobres no tengan que pasar vergüenza a causa del mal aspecto de los ministros y las ministras, que ya se sabe que es un corte que puedan tener mala presencia y desanimar a los suyos.
El llamado debate del estado de la nación nos permitió gozar de la fecunda y audaz imaginación zapateresca cuando se comprometió, con pasmo general, a poner un ordenador a cada niño, insinuando que por ahí comenzará la reforma del modelo productivo, una medida que contará con el apoyo de los de siempre y, en este caso, además, con el de Microsoft y los fabricantes de ordenadores. El gobierno de ZP es pródigo en medidas que nadie reclama: no hay ningún análisis serio de los problemas de la educación en España que señale como madre de todas las causas una supuesta escasez de ordenadores.
La debilidad de la democracia española es una consecuencia de la fortaleza del despotismo cañí de que padecemos. Cualquiera que recuerde su educación sabrá hasta qué punto las deficiencias de lo que aprendió se debían a la escasez de aparatos adecuados al caso, eso que ahora se va a remediar de una vez por todas, según se nos promete. Decía Ortega que en ninguna parte están tan extendidas las falsedades como en la educación, pero, muy probablemente, Zapatero tampoco haya tenido un par de tardes para enterarse, de modo que ha decidido arreglarla por las bravas.