La idea de Murdock

Desde los mismos orígenes de la era digital se podía ver con cierta claridad que los medios tradicionales de comunicación en papel, aunque no solo ellos, iban a tener problemas de fondo. Ahora, la crisis universal de las empresas de comunicación es un secreto a voces. También se ve con claridad que los restantes canales culturales, en especial la TV y la industria editorial, van a experimentar profundas transformaciones.

Parece comprobado que la financiación a través de la publicidad no obtiene suficiente dinero para sostener los gastos que conlleve el mantenimiento de una redacción capaz de ofrecer un buen producto informativo, un gran periódico on-line. Esto pasa no solo por la crisis de carácter general que estamos padeciendo, sino porque la publicidad encuentra en Internet muchísimos canales alternativos a los de los medios de comunicación y, lógicamente, baja el nivel de inversión en esos medios. También sucede que la economía de las empresas de información on-line se conoce mal, porque la mayoría de estas compañías son empresas tradicionales que mantienen sus negocios en papel, a la vez que pretenden abrirse paso en Internet, y no es nada fácil hacer una contabilidad fiable que diferencie nítidamente los distintos costos. Sea como fuere, los periódicos en papel van mal, se cierran cabeceras históricas, pierden páginas y lectores a enorme velocidad, mientras que la prensa en Internet no acaba de encontrar una fórmula de financiación sólida.

Me parece que es muy ingenuo, utópico en el peor sentido del término, creer que una galaxia de blogs gratuitos y más o menos bien intencionados pueda sustituir al papel que ha venido desarrollando la prensa tradicional en las sociedades libres. Es obvio que se necesitan empresas informativas, capaces de invertir en investigación y dispuestas a mantener su independencia del gobierno y de los distintos poderes económicos, al menos tanto como lo han hecho en el pasado.

Internet traerá, si las cosas van bien, un gran abaratamiento de los costes de distribución, pero eso no implica de ninguna manera la gratuidad de lo distribuido, porque los costes de fabricación siguen existiendo, y crecerán como crece todo en cualquier economía viable. Lo que es absurdo es suponer que, por ejemplo, un libro en versión digital, pueda seguirse vendiendo a los precios que algunos pretenden. Las lecciones de la crisis de la industria musical les suenan todavía a algunos como música celestial. Pero hay una diferencia extremadamente importante entre abaratamiento y gratuidad, justamente la diferencia en que se funda cualquier economía, cualquier mercado.

Por eso me parece que hay que estar muy atentos a la fórmula que propone Murdock, dejar el acceso a sus medios informativos abierto únicamente a suscriptores de pago. La gratuidad es un ideal glorioso, pero enteramente incompatible con la organización de un mercado terrenal. Internet ha descubierto un nuevo medio y supondrá un gigantesco abaratamiento de costes, además de un nivel de competitividad sencillamente impensable en el pasado. Pero pensar que la información pueda seguir siendo un servicio gratuito me parece bastante ingenuo. No se me escapan los riesgos que pudieran amenazarnos tras la medida de Murdock, pero me parece, hoy por hoy, que la pretensión de mantener un acceso indefinidamente gratuito es muy problemática y que lo que suceda tras la iniciativa de Murdock marcará una época.

[Publicado en adiosgutenberg]

Las columnas del prestigio

Escribe Manuel Rodríguez Rivero su habitual sub rosa en el último número de la Revista de libros sobre los blogs y el cuarto poder, en realidad sobre la crisis de la prensa impresa y sobre la remoción del viejo prestigio de las columnas en la prensa de pago. A su favor hay que decir que no se pone ni estupendo ni apocalíptico, que trata de ver lo que pasa tal y como pasa. Se deslizan en su comentario un par de apreciaciones indirectamente erróneas: una a propósito de la gratuidad de la red como factor diferencial sobre las publicaciones que hay que comprar. La radio y la TV han sido siempre básicamente gratuitas y hace ya mucho que funcionan: no van por ahí los tiros, me parece. La segunda a propósito de que siempre quedarán lugares de prestigio (como la revista en que se publica el comentario, que por cierto, en la práctica es como si fuera gratuita y no deja de ser, por ello, bastante buena). 
La verdadera cuestión no está en la gratuidad, sino en la abundancia: la radio y la TV son gratuitas pero tanto o más selectivas que la prensa de pago. Internet es selectiva sólo por el mercado, no por el mediador. Lo que realmente cambia es la forma en que se administran los prestigios, cómo se crean, cómo se gestionan, cómo se destruyen. Es la democracia llevada a unos extremos que fueron inconcebibles para sus fundadores, pero frente a los que nada tendrían que decir;  qué le vamos a hacer: se abre un mercado incierto en el que millones de mediadores sustituyen a los mandarines, no siempre con desventaja. Seguro que alguna vez se domeñarán estos excesos, pero por el momento es agradable ver que no todas las facetas del diamante se pueden controlar desde el panóptico de turno.