Lucha de titanes
Chicos de oro
Lucha de titanes
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Los españoles gastamos fama de envidiosos. Sin poner en duda el diagnóstico, me inclino a pensar que, ahora, nos cuadran más otros epítetos no menos sonrojantes. Por ejemplo: somos irrespetuosos, chabacanos. La chabacanería es la degeneración de la campechanía, la llaneza, una virtud que se nos reconoce. Bien mirado, nuestra falta de respeto, podría tener una raíz común con la envidia. Denigrando, no llegamos a apreciar y eso nos libra del tormento de la envidia.
Creo que ese mal está haciéndonos mucho daño y que la mayoría de la gente que lo padece lo disimula poniéndose una albarda partidaria, algo que, a su entender, le legitima para negar el pan y la sal al enemigo. Para evitar el campo de minas de la política, me referiré a un terreno no menos polémico. Confieso que veo en ocasiones programas de debate, así se llaman, futbolístico, y que llego a leer, incluso, los comentarios de algunos lectores en las columnas de Internet que se dedican al fútbol. Se tiene la sensación, al hacerlo, de que somos un país de energúmenos, de gente sin otra cosa que rabia y miopía. Se oyen y se leen cosas realmente increíbles para un espectador mínimamente neutral. La ortografía de los que escriben es un pálido reflejo de su barbarie.
No querría ponerme ni estupendo ni trascendente, pero me parece que esta clase de vicios son consecuencia directa del más torpe y necio de los relativismos. Uno tiene cierto respeto por los relativistas con fondo, por aquella gente que, sabiendo mucho, llega a la conclusión de que las cuestiones más arduas están fuera de su competencia y de la de cualquiera. No comparto la solución, pero la entiendo. Lo que no alcanzo a entender es que alguien pueda creer que lo que siente, piensa o dice, sea verdad por el hecho de ser él quien lo sostenga, pero me parece que eso es lo que pasa. Yo recomendaría a esta clase de relativistas que pensaran algo más en el fútbol, y, ya puestos, que salten al campo e intenten dar un pase de cabeza mínimamente preciso: ya verán lo difícil que resulta.
[Publicado en Gaceta de los negocios]