El balón de oro

Me cuento entre los que se han sentido decepcionados porque ni Iniesta ni Xavi hayan logrado el balón de oro que ha ido a parar, por segundo año consecutivo, a Messi. Sin embargo, vistas las explicaciones que se han dado del sistema de votos, encuentro lógica la decisión. Si realmente se tratase de hacer justicia a una temporada, y en función de los títulos, los dos jugadores españoles han tenido los mismos éxitos que Messi y, además, han ganado con enorme brillantez la Copa del Mundo, el máximo trofeo futbolístico.
Messi es uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, si no el mejor y es posible que sea más determinante que Iniesta o Xavi en el juego del Barça, pero no creo que haya sido eso lo que se ha premiado. El hecho es que Messi se ha convertido en un icono global del fútbol, un espectáculo en el que la imaginación es decisiva, tanto en el juego como en las repercusiones públicas, y el imaginario popular ha encumbrado a Messi, no sin razones.
De cualquier manera, la superioridad futbolística, al menos en este año, de Iniesta y/o de Xavi ha estado en que han hecho funcionar dos equipos muy distintos, el Barça y la selección española. Messi no ha sido capaz de hacer eso con la selección argentina y si yo hubiese votado mi dictamen habría tenido muy en cuenta esta razón, pero votan los que lo hacen y la marca Messi es ya inundatoria. Típico, al fin y al cabo, de lo que es el fútbol, algo en que las pasiones cuentan más que la geometría, que también juega, pero menos.

Homenaje al Barcelona C. F.

Un cinco a cero del Barcelona al Real Madrid no es la primera vez que se produce, pero soy de los que creen que el de ayer ha sido el más merecido, el más justo… y el más preocupante para los que somos madridistas. Vayamos por partes. El Barcelona ha jugado uno de los mejores partidos de su vida: su superioridad sobre el Real Madrid ha sido absoluta, descorazonadora, aplastante. Los jugadores del Real Madrid parecían pollos sin cabeza, no sabían ni qué hacer ni a dónde mirar, lo que es explicable porque siendo este Real Madrid un buen equipo no le llega ni a la suela del zapato a un equipo como el actual Barcelona que no solo es el mejor equipo del mundo en la actualidad, sino uno de los mejores de todos los tiempos. Menos mal que no todos los días juega con la calidad, la intensidad y el acierto que lo ha hecho hoy.
Parte de la culpa del excelente juego del Barcelona está en la rabia de sus jugadores contra un equipo que se obstina en ser prepotente, en considerarse a la altura de su rival cuando está varios grados por debajo y a años luz cuando pierde el sentido, como lo hizo la noche del lunes 29, una de las más negras en los anales blancos. Hay que recordar las derrotas históricas ante el Milán, o el humillante partido de hace un par de temporadas ante el Liverpool, para encontrar un precedente tan humillante, tan desolador. Ni siquiera el seis a dos de hace un par de temporadas en el Bernabéu supuso un varapalo tan grande como el de ayer.
Las grandes estrellas blancas sufren un proceso de miniaturización cuando se enfrentan al Barcelona. Si Cristiano vale cien millones de euros, ¿puede alguien decir cuánto valen Xavi, Iniesta, Messi o Villa por no citar sino a los más obvios? No quiero cebarme en la mala noche general, pero sí quiero demostrar mi indignación por la conducta chulesca e infantil de algunos jugadores como el citado Cristiano, el archisobrevalorado Ramos o, incluso, el habitualmente excelente Casillas, que tampoco tuvo su noche.
Los errores del Real Madrid son muy de fondo, y aunque conserve alguna esperanza de que Mourinho pueda enderezarlos, al menos en parte, no se puede olvidar de qué provienen. ¿Qué pasaría si Villa estuviese ahora en el Real Madrid en lugar de ese desastre llamado Benzema? La superioridad del Barcelona sería algo menos acusada. Estamos pagando los errores deportivos y de todo tipo del florentinismo, de esa especie de zapaterismo del fútbol que consiste en invertir en imagen y en propaganda a través de una prensa madridista absurdamente dedicada a engañar a los socios y a cantar las virtudes imaginarias de auténticas mediocridades, si los comparamos con la plantilla del Barcelona.
Los socios del Real Madrid somos responsables por respaldar sin rechistar la política del pelotazo aplicada al fútbol, comprar carísimo y al buen tuntún, cambiar de entrenador varias veces por año, presumir de historial, cada vez más lejano, y dedicarse a generar beneficios atípicos a base de la mitología de nuestros galácticos que, llegada la hora de la verdad, no son capaces ni de perder por uno a cero, como hizo el Sporting de Gijón, tan criticado por Mourinho en uno de sus días más tontos.
El fútbol, como la vida, es largo y da muchas vueltas, pero no cabe esperar grandes frutos de principios equivocados, de políticas de imagen, del fulanismo y del cultivo desmesurado de los egos de supuestos galácticos. Veremos si Mourinho se hace con el control de una nave que hoy ha quedado casi desguazada, pero no olvidemos nunca de qué polvos vienen estos lodos: de una política deportiva demencialmente equivocada, de un orgullo sin motivo, de creerse las mentiras que inventan los periodistas pagados por la casa.

Y, para terminar, una pregunta: ¿es que Mourinho no sabía el riesgo que adoptaba saliendo a enfrentarse al Barcelona de igual a igual? Si no lo sabía, es que no es tan bueno como se dice, de manera que cabe pensar que sí lo supiera. ¿Qué ha intentado, entonces, actuando de una manera aparentemente tan valiente? Pudiera ser, pero es una conjetura sin mucha base, que fuese una manera de decirle al propietario del club: “mira, con esta plantilla no vamos a ninguna parte, cuando se trate de jugar con el Barcelona”, porque, en efecto, enfrentarse, por ejemplo, a Busquets, Xavi e Iniesta con Xabi, Ozil y Khedira, son ganas de perder. Claro es que se trata de una inferioridad que se extiende al conjunto de la plantilla, casi sin excepciones, y así el Barcelona ha podido dominar al Real Madrid en todos los terrenos, en el pase, en la inteligencia del juego, en el contraataque, en la contención, en todas y cada una de las mil dimensiones que tiene este juego maravilloso que es el fútbol y que el Barcelona practica, para mi dolor y envidia, de manera absolutamente inmejorable.

Más sobre Guti y Raúl

Algunas personas cercanas me han reprochado cierta frialdad, e incluso injusticia, en mi comentario de ayer sobre el mismo tema; puede que tengan razón, pero creo que, sobre todo, por contraste con la excesiva tendencia al ditirambo y la exageración que es corriente entre quienes más hablan de estos temas.
Seguramente me equivoque al afirmar que Guti apenas había hecho nada tras la salida de Del Bosque, porque la verdad es que hizo algunos partidos magníficos, y algunas jugadas realmente memorables, en varios de los dramáticos partidos con los que se ganó la liga de Capello, la primera temporada de Ramón Calderón como presidente. No cabe duda que es un jugador dotado de una técnica portentosa, pero, para su desgracia, y la del madridismo, su peculiar manera de entender la vida y el fútbol no le han permitido cuajar en lo que hubiera podido ser.
El caso de Raúl es muy distinto, como dije, y nadie puede dudar de que sus primeros años en el Real Madrid fueron portentosos. Para que no queden dudas, suscribiré lo que dijo de él alguien que sabe de esto, nada menos que Alex Ferguson: “Real buys these big players like Figo, Zidane and Ronaldo, […] But the best player in the world has been there all along. He is Raúl.” Uno de los grandes, sin duda, pero el hecho es que llevaba ya unas cuantas temporadas rindiendo muy por debajo del nivel que le hizo ser el mejor. No ha tenido suerte con algunos premios, pero, pese a eso, su palmarés es envidiable. Para mí, su último gran gol fue un cabezazo contra en el Barcelona en el Bernabeu, otra vez el año de Capello, que fue especialmente emotivo, pero ya entonces era una sombra de sí mismo, y aunque comprenda sus motivos, prefiero no verle jugar de manera disminuida. Hay oficios que no aguantan 16 años a un gran nivel, y el fútbol es, sin duda, uno de ellos.
Como el fútbol está hecho de la materia con la que se tejen los sueños y las leyendas, ambos vivirán mucho más que nosotros, y su recuerdo será más glorioso a medida que pasen los años.