Categoría: competitividad
Todo, menos prestar atención a lo que pasa
Una visión mágica de la economía
Recuerdo con ternura especial una escena familiar: una de mis sobrinas, de apenas dos años, trataba de manejar el mando a distancia de la TV agitándolo, al tiempo que apuntaba al aparato. Naturalmente, la tele no se encendía porque la niña imitaba el gesto de los adultos, pero ignoraba qué precisos botones habría que presionar.
Me ha venido a la memoria la escena, al conocer alguna de las medidas que este gobierno milagrero propone para reactivar una economía, un proceso que entiende tan escasamente como mi sobrina comprendía las ondas electromagnéticas.
Otra manera de describirlo sería empezar decir que pretende, de nuevo, empezar la casa por el tejado. Todo, con tal de no hacer aquello que debiera hacer cualquier político responsable, recortar drásticamente el gasto, repartir los esfuerzos, y no seguir tirando de un crédito del que andamos cada vez más escasos y aumentando una deuda que amenaza con llevarnos a la quiebra absoluta.
El gobierno no entiende que hay que crear riqueza, y no simplemente recortar las listas del paro a costa de actividades discutiblemente útiles, como la restauración de nuestras viviendas o de edificios públicos. Eso llegará, sin duda, cuando volvamos a generar riqueza, novedad, productos que puedan venderse aquí y fuera de las fronteras. El gobierno no comprende que vivimos ya en una economía abierta, y que ese hecho, que nos puede enriquecer porque aumenta el tamaño de los mercados disponibles, nos puede arruinar porque la competencia es mucho más intensa. Todo lo que no sea adelgazarnos de actividades inútiles y costosas es acercarnos más al desastre, allí donde nos lleva un gobierno que no conoce sus posición en el mundo, que no se entera de nada, y que pretende seguir engañando a la parroquia mientras la miseria crece, porque cree que siempre tendrá recursos retóricos para echarle la culpa a otros.
Poner nota a las universidades
[Publicado en Gaceta de los negocios]
Barcelona y el cargador único
Se me antoja lleno de simbolismo el hecho de que en Barcelona se haya producido un anuncio tan razonable como el de que los fabricantes de móviles se van a poner de acuerdo para utilizar un tipo de cargador universal. La Feria mundial de la telefonía móvil, una de las joyas de la Fira de Barcelona, parece haber servido para algo mejor que para presentar más modelos que hacen exactamente lo mismo.
Seguramente pensando en la usabilidad, alguien ha caído en la cuenta de que la táctica de vender un nuevo cargador con cada nuevo terminal, la infinita multiplicación de los cargadores, había dejado de ser una estrategia rentable. Imagino que la crisis habrá tenido algo que ver, y esto es lo que me parece más interesante, comprobar que la imaginación y las crisis no están reñidas y que un poco de ascetismo puede venir bien para que se nos ocurran cosas razonables, ingeniosas, incluso obvias.
Que cada móvil tuviese su cargador era realmente una necedad. Cuando la diversidad es innecesaria se convierte en un caos disfuncional que solo sirve para tratar de poner trampas en el camino de la competencia.
Si pensamos en simplificar los trámites, nos pondremos en el buen camino para tratar de hacer que nuestras instituciones sean más ágiles, útiles y eficientes. Los españoles gozamos nada menos que de cinco administraciones distintas, la europea, la estatal, la autonómica, la provincial y la municipal, cada una de ellas con su cargador correspondiente. A esa gozosa multiplicación hay que añadir los correspondientes niveles sectoriales y, si lo hacemos, el número de cargadores que los ciudadanos deberíamos conocer se multiplica al infinito, con la consecuencia de que casi nunca acertamos a tener el cargador adecuado en el momento oportuno.
Los ciudadanos desearíamos que las distintas administraciones nos ayudasen, pero nos arman un lío con sus distintos cargadores, lo que suele ser una buena excusa para echar una mano a amigos y parientes que son los expertos del cargador respectivo.
[publicado en Gaceta de los negocios]
Conectarse puede ser caro sin que pase nada, hasta ahora
Según un despacho de Europa Press, un estudio ha mostrado que Madrid y Barcelona son ciudades en las que conectarse a Internet a través de redes wifi resulta muy caro. Esto afecta a los turistas, pero también a los residentes. Barcelona resulta algo más barata que Madrid en donde se llega casi a alcanzar los 10 euros por hora si uno quiere conectarse desde el aeropuerto, un lugar en el que se sabe cuando se entra, pero se ignora cuándo se sale.
Creo que hay que preguntarse por las razones de esta absurda carestía y voy a dar una explicación que me parece que tiene mucho que ver con la crisis económica que también afecta a ambas ciudades. Muchos de nuestros problemas derivan de haber tenido, a un tiempo, dinero barato y demandas cautivas, lo que ha favorecido una escandalosa falta de competitividad en muchos sectores.
AENA y gran parte de los hoteleros españoles parecen pensar de esa manera: nuestros precios a los clientes no tiene que guardar ninguna relación con los costos de los servicios que les prestamos, sino con lo que están dispuestos a pagar con tal de no deshacer las maletas, cosa siempre engorrosa, o irse a otro aeropuerto, lo que suele ser imposible. En esa situación, en la que están virtualmente encerrados y en nuestras manos, los clientes pagarán casi lo que sea con tal de conectarse a Internet.
Creo que hay muchos que piensan que esto es un negocio ideal: ser proveedor en exclusiva de un servicio necesario. Así no tienes que esforzarte y la conexión puede ser, encima, una auténtica caca. Competir es mucho más costoso que trincar, y, además, puede ser insolidario. Si yo bajo las tarifas, se molestan los colegas y, por si fuera poco, el cliente podría adquirir malos hábitos. Esta actitud absolutamente ajena al mercado ha hecho construir castillos en el aire y que las deudas crezcan hasta el infinito. La crisis nos hará ver que no se puede seguir viviendo del cuento.
[Publicado en Gaceta de los negocios]